lunes, 28 de febrero de 2011

Tolerancia CERO

Dirán: "Ay que pinchi vieja tan mamila". Y si. Cada quién puede pensar lo que quiera, y bajo ese derecho ejerzo el propio.

Hace varios años ya, dejé de hablarle a una tía (no a una tipa, sino a parte de la familia) por puta, así, con todas las letras, por puta dejé de hablarle. Sin la menor angustia ni arrepentimiento, y apesar de lo que pudiera pensar o sentir el tío (su marido) o mis primas (sus hijas).
Apenas meses después, dejé de hablarle a una amiga-compañera de la iglesia, por puta, igual, con todas las letras, por puta dejé de hablarle. Sin la menor congoja, y sin importarme los años que nos dedicamos una a la otra, o el trabajo en el futuro que pudiera echar a perder por dejar de hablarle.
Hace un año + - dejé de hablarle a otra, por puta, así, con todas las letras y a pesar de lo que piense su familia que la idolatra y hasta la admira, claro, sin saber que es puta y mete en problemas a matrimonios ajenos.

Cada quién puede elegir la vida que se le de la gana, de puta o de no-puta. Yo, prefiero la de no-puta, alejada de las que si lo son, vamos, no es que las agreda (solo a una), pero las prefiero lejos.

Hoy estoy en el dilema de alejarme de los amigos de las putas. Que por supuesto, todos tienen el derecho de ser amigos de quienes les venga en gana, y bajo ese mismo derecho debo ejercer yo. Porque aunque tengan bonita letra y le salgan rebien las cuentas, la que se acuesta con todo el grupo de amigos (o de hermanos), es puta, y yo me prefiero lejos.

Besos a...

a nadie, solo por las ronchas que causan las putas.

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