martes, 22 de febrero de 2011

Me encantan las juntas de verdad.

Hay muchas empresas donde sufren de juntitis. Pasan horas y horas encerrados en juntas y solo un par de horas dedicados a trabajar. Generalmente los empleados de esas empresas siempre salen tarde y tienen listados interminables de pendientes.

Alguna vez, estuve en una empresa que se dedicaba a la capacitación, daban cursos simpáticos como "administración del tiempo", "servicio al cliente interno", "priorización de temas"... cosas que a mi me parecían en ese momento obvias para todos, pero que seguramente lo eran porque yo era "nueva", recién salida al mundo laboral, todo era lógico y vacío de políticas y carabanas. Pero por algo eran los cursos más solicitados por las empresas.

Hoy por hoy, 16 años después, cuando escucho una junta en donde los reunidos se ponen de pie para explicar sus temas, que defienden sus puntos de vista desde el hígado, que piden el 100% de lo que quieren sin opción a negociar menos, cómo me divierto!! No porque sean juntas productivas, sino porque esos mismos sosos que se enjuntan horas y horas, de pronto cobran vida, consigan o no lo que buscan en sus juntas, viven!!

Claro que después tienen que salir tardísimo para avanzar algo en sus listas de pendientes, y generalmente, delegan todo sin "hacer" nada.

Besos a... a uno de los capacitadores, que se llama (o llamaba) Miguel Ángel, porque me acabo de acordar de él. Hombre seguro de sí mismo, desdentado por completo, que usaba trajes de cuadritos que nunca hacían juego, se peinaba con limón (con todo y semillas), y dejaba su coche a medio camino porque le gustaba andar en microbus y en metro.

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