Hace 168 horas salíamos de regreso.
Un fin de semana de lo más extraño (solo extraño para mi).
Vacación sin vacación, hacer sin hacer, reglamentos sin reglas, juegos, risas, sol, agua, lluvia...
Me divertí, y aproveché la lejanía de la ciudad, sin perder la necesidad vigilante hacia la Princesa que en todas las anteriores vacaciones había sido compartida, y que obviamente cambiaría tarde o temprano.
No se puede evitar ser testigo -de lejos- del cariño que se tienen, de la historia que llevan de la mano y de la que soy completamente ajena...
"Amar a Dios en tierra de Indios" es la frase que mejor explica mi condición inevitable.
Espero que se repita algún día.
domingo, 30 de agosto de 2009
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