miércoles, 13 de agosto de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20

 Uuuuy comunidad!!

Éste Evangelio es un arma de muchos filos!! Hay que irnos despacito con éste texto… Pero como siempre, termina todo muy bonito, veamos…

 Tenemos primero, el tema de la corrección fraterna. Y éste tema cambia entre comunidades, cambia entre familias, cambia entre escuelas, cambia con el tiempo, con la región geográfica… no hay una receta fija para éste tema. Y eso es súper confuso para todos. Cuando escribía ésta homilía se me ocurrieron un montón de momentos en la historia en que las personas estaban pensando que así como corregían, era la manera correcta, que ser duros o rígidos, era la mejor manera por el bien de la persona a corregir, y un tiempo después nos dimos cuenta de que no había sido ni por lejos una decisión atinada. Piensen una, no la digan, a mi se me ocurrieron tantas formas equivocadas que no supe ni cómo ponerlas aquí sin que nos diera coraje o tristeza o hasta asco.

 Lo cierto, es que corregir a otro es un asunto sumamente subjetivo, porque lo que a mi parecer puede ser malo para ti no, o al revés. Y entonces? Qué corregir? Cómo corregir? Hoy día es muy común que hablemos de la generación de cristal, cuando nos referimos a personas, chicos o grandes, que no toleran el dolor, incluyendo la corrección. Pero también tenemos de moda, la atención psicológica para sanar nuestra mente, nuestros dolores, nuestras heridas de la infancia.

 Entonces dónde está el punto medio? Corrijo o no corrijo, qué necesito saber, yo mismo, antes de corregir? Cuando me equivoco yo, me corrijo yo mismo, o aún a propósito, le sigo en el error hasta que alguien se queja?

Yo creo que nuestro criterio debería ir encaminado a mejorar nuestra comunidad, desde las pequeñas que mencioné al inicio: la comunidad de mi familia, la comunidad de mi escuela, la comunidad de mi calle, la comunidad de mi trabajo, y desde ahí ir creciendo a comunidades más grandes: la comunidad de mi ciudad, la comunidad de mi país, la comunidad de mi planeta. Sin perder de vista y haciendo ejercicio continuo de: la tolerancia, la compasión, la misericordia.

 Siempre recordando, que nadie, NADIE, es tan malo tan malo, y que nadie es tan bueno tan bueno (ni siquiera uno mismo) y teniendo certeza en todo momento lo que éste mismo evangelio menciona: que si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, nuestro Padre celestial nos lo concederá; pues donde dos o tres nos reunamos en Su nombre, ahí está El en medio de nosotros.

 

 

Que Dios nos ayude con eso.












Besos a los que nos equivocamos diario
Nada a quienes corregimos todo.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Del Santo Evangelio según San Juan 11, 19-27

¿Qué tal si dividimos este parrafito en partes?

1. Jesús y sus amigos

¿Se acuerdan que hace apenas unos días hablábamos de María y Marta?
Hoy nos toca hablar otra vez de esta familia: tres hermanos que eran amigos de Jesús. 
Y seamos sinceros… todos tenemos distintos tipos de amigos. Jesús también. Y ellos tres —María, Marta y Lázaro— eran ese tipo de amigos que te prestan su casa siempre. Amigos a los que puedes llamar a cualquier hora, y van a estar ahí, puestos y dispuestos a lo que tú propongas. De esos no hay muchos. Jesús lo sabía. Por eso ellos tres eran amigos especiales.

Y nosotros… ¿cómo vamos con eso?

Ser amigo, y tener amigos, es un trabajo permanente de vida.
No basta con existir para ser un buen amigo.
Las amistades necesitan alimento, necesitan tiempo, necesitan honestidad, confianza, presencia, escucha, compasión, misericordia… necesitan atención real.

Quienes vivimos desde antes de los celulares, sabemos que hoy es mucho más fácil ser un amigo presente.
Hace poco leí un artículo en un periódico que decía:

Para poder regularte emocionalmente, para poder recuperarte de un momento fuerte, necesitas hablar durante 8 minutos con un amigo.

¡Ocho minutos! Y ya llevamos aquí 16 minutos!! 
En ese tiempo ya podrías haber recibido la llamada de un amigo, haberle escuchado, y colgar con el corazón más ligero. 
¿Lo hemos hecho hoy?

¿Cuántos videítos viste en tu celu?
¿Viste ya un capítulo de una serie?
¿Y le llamaste a algún amigo para saber cómo está?

Yo sé que ahora mismo te vino a la mente el nombre de esa persona a quien no le has llamado.
Así que, tarea 1:
Cuando termine esta celebración, mándale un mensaje y pregúntale si tiene 8 minutos para hablar contigo.

Escúchale. Sin interrupciones. No lo juzgues. Y ponte a su servicio. (Y luego cumple esa promesa de servicio).

2. Marta y el lamento

Vamos a otra parte del Evangelio.

Hace unos días hablábamos del momento en que Marta se quedaba en casa haciendo las labores domésticas, mientras María salía a escuchar a Jesús. ¿Se acuerdan?

Pues ahora la que sale es Marta.
Deja a María dentro de casa, lamentando la muerte de su hermano, junto con otros judíos que también habían venido… a lamentarse.

Eso, sinceramente, nos pasa mucho a nosotros también.
Nos lamentamos.
Sí, de la muerte… pero también de muchas otras cosas:
De haber perdido algo, de no tener lo que queremos, de que el tiempo cambie, de que el pasado parecía mejor…

Y a veces caemos en quedarnos atrapados en ese lamento.
Tanto así, que hoy en día la depresión se ha convertido en uno de los males más comunes.

Ojo, no estoy diciendo que la depresión sea simplemente por lamentar la pérdida de alguien —claro que duele perder a alguien que amamos—, pero si nos quedamos anclados en el canal del dolor, ese dolor se convierte en sufrimiento constante.
Y eso podemos evitarlo.

El dolor nos va a tocar a todos, tarde o temprano.
Pero el sufrimiento... ese sí se puede evitar.

Así que, tarea 2:
Revisa si lo que te está doliendo es dolor aún, o si llevas mucho tiempo dorandole la píldora al dolor y ya es sufrimiento.

Y Jesús nos da una gran herramienta para lograrlo.

3. La fe como herramienta

Otra parte del Evangelio de hoy dice:

“Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.”
(Marta, en Juan 11:27)

Esas palabras son una confesión de fe.
Y la fe… es personal.
Es invisible.
Es injuzgable.
Es solo tuya.

Nadie te la puede imponer.
Pero tampoco nadie te la puede quitar.

¿Por qué nadie te la puede poner ni imponer?
Porque aunque te conectes diario a orar aquí en la liturgia, aunque vayas a misa todos los días, aunque leas toda la Biblia o vayas a todos los retiros...
Si tú decides no creer, no vas a creer.

La fe es un ejercicio que mezcla la mente, los sentimientos, y un poco de conocimiento.
Y aun si no conoces todo sobre Jesús… podrías creer en Él.

Así que, tarea 3:
Vamos a revisar nuestra propia fe, qué me falta? o qué me sobra? Estoy educándome en conocer a Jesús lo suficiente? La forma o el método de aprender de Dios es lo que me acomoda mejor? Lo que siento va en concordancia con lo que estoy aprendiendo? Me siento bien con Dios?

Hoy, Jesús nos pone dos herramientas hermosas en este relato del Evangelio:

  • La fe.

  • La amistad.

Que Dios nos permita vivir ambas de forma constante, responsable y amorosa…
Para que podamos ser felices hoy.












Besos a quienes avanzan desde el dolor,
Nada para el resto

Del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

 Este texto del Evangelio es muy socorrido en pláticas de retiros, cursos de Biblia, clases de catequesis… y aquí mismo, en Pastoral Creativa, somos expertos en la Lectio Divina. Este pasaje lo hemos pensado, platicado y estudiado muchas veces.

¿Y saben por qué lo seguimos estudiando?
Porque seguimos teniendo problemas. Porque seguimos necesitando el recordatorio de que tenemos a Jesús a la mano.

Seguro que sí.
Pero ¿se han imaginado ese momento?
Acaba de terminar la comida de una multitud, en la que Jesús multiplicó los panes y los peces. La gente en general —pero sobre todo los apóstoles— comenzaban a darse cuenta del poder real de Jesús.
Y lo gozaban.
Lo gozaban comiendo con Él, lo gozaban siendo sanados, consolados, liberados de sus pesares.
Y eso no es algo ajeno a nosotros: desde chicos hasta viejitos, todos pasamos por dolores, angustias y cosas que simplemente no nos gustan.

Vamos a dividir el Evangelio en tres partes, como hemos hecho en semanas pasadas:
Este texto nos muestra tres ejemplos de lo que hacemos (y podemos hacer) cuando la vida sucede.

1. Jesús sube al monte a orar

Después de despedir a la multitud, Jesús se va a orar al monte.
Nos da el ejemplo de lo que debemos hacer: orar, dar gracias por lo bueno, disfrutar cuando las cosas lindas suceden.
Eso se nos olvida con mucha facilidad.
Porque cuando la vida nos sonríe, nos ponemos contentísimos, queremos seguir en la fiesta... y se nos olvida orar también en esos momentos.

2. Los apóstoles reman en medio de la tormenta

Mientras Jesús ora con el Padre, los apóstoles se quedan remando, peleando con las tormentas que los azotan.
Eso hacemos la mayoría: seguimos con la vida como viene.
Y muchas veces se nos olvida detenernos, medir nuestras fuerzas, discernir si conviene remar con todo o esperar a que pase la tormenta.
Nos metemos en problemas que parecieran gratuitos… todo por desesperados.

3. Pedro camina —y se hunde— sobre el agua

Pedro hace lo que muchos seguimos haciendo hoy: reta a Jesús.
“Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua.”
Y Jesús le dice: “Órale, va. Ven.”

Y así también actuamos nosotros:
Cuando algo nos duele mucho, en lugar de orar y hacer silencio interior, empezamos con el:
“¿Por qué yo?”
“¿Por qué a mí?”
“¿Y ahora qué sigue, Señor, si no veo la mía?”

¿Por qué lo retamos?
Si estuviéramos seguros de su amor, ¿por qué necesitamos ponerlo a prueba?
Y si Él nos dice: “Órale, camina sobre el agua”… ¿qué pasa?
Lo mismo que a Pedro: caemos en la trampa de la poca fe.
Pedimos sin estar listos para recibir. Proponemos sin querer comprometernos.

Estoy segura de que hoy tienes un problema. Porque todos tenemos siempre un problema.
Lo que pasa es que cuando es nuestro, parece el más grande del mundo y sentimos que nos ahogamos sin ver salida.

(Y no estoy diciendo nombres, ¿eh? 😉 Todos hemos sentido eso.)

¿Será hoy un buen día para apartarnos un momento, orar y pedirle a Dios que nos saque del hoyo en el que estamos?
¿Y como en la homilía del domingo antepasado, pedir y pedir y pedir… hasta que Dios nos escuche y nos dé lo que necesitamos?

Yo creo que sí.
Hoy es un excelente día para orar.











Besos a quienes nos ahogamos
Nada para el resto

martes, 22 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-2. 11-18

 En éste evangelio, hay dos temas muy importantes para meditar

El primero, que es el tema tradicional de los sermones que hemos escuchado año con año, que es el llorar de Magdalena, incluso, si buscan las imágenes, la iconografía de María Magdalena, en su gran mayoría, aparece con carita de congoja, llore y llore. Tenemos incluso la frase de “llora como Magdalena”, por este momento, sí muy importante de nuestra historia de fe, los días de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, en que, no es para menos, Magdalena está siendo testigo de cómo torturan a su amigo, a su maestro, al hombre a quien ha seguido por mucho tiempo y de quien ella solo conoce palabras de amor. Lo torturan hasta la muerte y ella, junto con otros poquitos, es testigo, ella lo vio todo, y claro! Si tú hubieses visto todo eso, te darían ganas de llorar también! No es poca cosa! Me gustaría destacar, que, según los relatos, hoy revisé bien los textos, muchos otros que andaban con Jesús no se quedaron todo el tiempo, prefirieron voltear, prefirieron irse y esperar sin ver. Magdalena se quedó todo el tiempo ahí con Jesús, y luego fue la primera en regresar a limpiar su cuerpo para sepultarlo de forma adecuada, y seguía llorando, claro que seguía llorando! Y entre tanta lágrima entiendo perfecto que no haya reconocido a Jesús a la primera, a mí, al menos, se me hinchan los ojos cuando lloro, la lágrima me nubla la vista, no sé a ustedes, y es hasta que Jesús dice su nombre cuando lo reconoce. A ella se le presenta primero, ella que se quedó a todo lo feo, le toca también ser la primera en ver lo gozoso. Y no duda, al contrario, acto seguido lo que hace es lo que venía haciendo desde hacía tiempo: hacer lo que Jesús le decía que hiciera. Después de ese momento, en ninguno de los evangelios dice que Magdalena volvió a llorar.

 

Y nosotros cómo vamos con eso? Fíjense que llevo muchos años estudiándole a ésto, he leído de pedacito en pedacito los evangelios, y en ninguno dice que si seguimos a Jesús la vida no nos va a doler. Porque eso es verdad. La vida a veces duele. A veces nos toca pasar por momentos muy difíciles y muy dolorosos, a veces esos momentos son largos, a veces son solo un susto y pasa pronto, pero desde que somos chicos hasta que somos viejitos, la vida tiene muchos momentos que duelen mucho. Y tú qué haces con esos momentos de dolor? Los alargas llorando por siempre? O, como Magdalena, los lloras un rato y luego a lo que sigue, no sin olvidar, pero sin sufrir.

 

El segundo tema para pensarle, es Magdalena misma.

Hace 2mil años, lo hemos hablado muchas veces, las mujeres no valían mucho. No tenían un lugar en la sociedad, solo eran la esposa de, la madre de, la hija de, pero SER por sí solas alguien, no pasaba. Y por eso el papel de Magdalena en la historia de la salvación es tan importante. Magdalena no era esposa de nadie, no era hermana de nadie, no era madre de nadie, ella andaba ahí entre los apóstoles con Jesús, haciendo qué? Lo mismo que los apóstoles, sirviendo a Jesús, sirviendo con Jesús, aprendiendo de Jesús, y al final, incluso hoy mismo, siendo una mujer relevante en la salvación.

Hace un rato, una amiga nos mandó un video donde un señor X habla sobre las nuevas formas de tratar a las mujeres en las que se les toma en cuenta, se les respeta, se les valora, se tratan con equidad y revaloran su existencia misma (o al menos esa es la intención en muchas ocasiones), y que con ello lo dolido que quedan los hombres. He meditado en ese video todo el día, me he enfadado con el señor ese, me he puesto triste con lo que dice, luego me enfado de nuevo, y le sigo pensando cómo hacer para digerir, el nuevo o no nuevo papel de las mujeres en nuestra sociedad.

Nosotros cómo vamos con eso, nosotras las mujeres. Como mujer, y mujer soltera, entiendo perfecto a Magdalena, que no necesita de un hombre para andar ahí con Jesús, haciendo lo que a ella le tocara hacer. Entiendo también el papel feminista de exigencia de igualdad, entiendo el hartazgo, yo misma he sido víctima del maltrato de los hombres y del patriarcado como un sistema que lleva desde las cavernas y que tampoco me gusta. Tampoco me gusta que en la iglesia, solo por ser mujer no puedo hacer muchas cosas, que siempre necesito del permiso de un varón, para hacer o para decir. Me he enfadado no saben cuánto cuando algún sacerdote critica mi maternidad, en mi mente no entiendo cómo alguien que no es padre de familia pueda entender la maternidad, pero pasa. Y cuando eso pasa, volteo así de ladito, o para el otro ladito, y no hay nadie, no hay otra mujer que ponga su mano en mi hombro y diga cualquier cosa, prefieren quedarse en la sombra, prefieren, como los apóstoles el día del calvario, voltear la cabeza para no ver lo feo, prefieren esperar en casa para no tener que hacer más trabajo que el mínimo necesario.

No sé ustedes, pero yo propondría que, igual que Magdalena, tomemos nuestro lugar en la historia de la iglesia, sin dejarnos amedrentar, sin quitarnos de la foto. Propongo que no solo sigamos siendo constantes, sino que además dejemos de agachar la cabeza. Es más trabajo? Sí! Podemos con el más trabajo? Por supuesto! Siempre hemos podido, hemos estado siempre, salgamos de las sombras, dejemos atrás el que hablen mal de una, porque, a pesar de los chismes, en ningún lado dice que Magdalena fuese prostituta, alguien lo inventó y luego se regó el chisme, restándole valor a su presencia. Nos ha pasado a todas. Avancemos página y tomemos a Magdalena de la mano para que nos guíe con su ejemplo.

 

Que Dios nos ayude con eso.









Besos a quienes entienden que equidad no es hacer menos a los varones.
Nada para el resto.
Pero le resto a quienes desde su lugar, voltean a otro lado y no hacen ni lo mínimo necesario (u obligado).

viernes, 18 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 12, 1-8

 Palabra dominguera  Misericordia latin raíz: Miser, miseriable, desdichado; y cordis, corazón, sufijo ia.

La capacidad de sentir la desdicha de los demás.

 

Sinónimos:

Conmiseración, miseración, compasión, lástima, piedad, caridad, clemencia.

 Si no quiere sacrificios, sino misericordia. Qué creen que anda buscando Dios?

Que sufras más? O que ames más?

 Para amar a otra persona, cosa que se dice muy fácil pero se hace muy difícil. Hay primero que conocerla, porque hasta que la conoces, la entiendes, hasta que escuchas con verdadera devoción, con tu máxima atención, cuando escuchas con tu cuerpo entero, entonces conoces su pasado, cuando conoces su pasado, entiendes su presente. Y solo así, entiendes por qué es como es, por qué te habla así, por qué reacciona así, por qué le preocupan tanto unas cosas y por qué ignora otras. Y cuando le entiendes así, le puedes tener misericordia, y ahora que sabes lo que significa la palabra misericordia, que tiene que ver con tu corazón, con tu amor en su dolor, y das el primer paso, con la primer persona, apenas entonces nos empezamos a dar cuenta del amor que Dios tiene para con nosotros, y el que Él quisiera que nos tengamos entre nosotros.

 Cómo siempre les digo, qué es lo más fácil?

Lo más fácil es llamar amor cuando siento mariposas en la panza cuando veo a Chayan o a Lui Miguel y digo aaay esque eso es amor!!

Lo más fácil es ser amigo ser amiga de esa persona que siempre anda de buenas, y te dice gracias y por favor, y es gentil y generosa, y llamar a eso amor.

 Lo difícil es, respirar profundo, mantenerte en calma, trabajar al lado de ese compañero o compañera en el trabajo que solo busca meterle el pie a todos para subir de puesto. Lo difícil es dejar de criticar a los que hacen las cosas diferentes a lo que yo hago. Lo difícil es sentarme por horas a hablar con los suegros o los cuñados que me odian y me descalifican y me hace menos, y conocer su historia, y entenderlos, y comprender por qué son como son, y tal vez tratarlos diferente, con un poquito más de compasión por lo que han pasado, y ser un poco más desprendido de ese dolor que me causaron a mi ellos, y aunque ellos no cambien, cambiar yo.

Lo difícil es hacer las cosas cotidianas de tal manera, que todas las personas con quienes interactúo en el día, sientan, no mi amor, si no la misericordia de Dios con ellos, en mis actos, en mis palabras, en mis actitudes.

Como siempre les digo, cumplir los mandamientos católicos es de los más fácil, porque todo va de amar a todos, pero cumplir los mandamientos católicos, es de lo más difícil, porque todo va de amar a todos.  (el que entendió tiene pase directo con San Pedro, el que no, síganle dando).















Besoso a quienes tienen pase directo.
Nada para el resto.


martes, 15 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24

 Hoy podemos notar al principio del Evangelio algo inusual, Jesús anda regañón, “reprende”, le jala las orejas, no a unas cuantas personas, si no a ciudades enteras. Y solo le faltó tantito para nombrar a la cdmx.

 Jesús nos regaña porque manda milagros y los desperdiciamos. Pero cómo hacemos eso Ale? Si diario queremos, rezamos, oramos, rogamos por un milagro.

 Pero demos un pasito atrás, para qué sirven los milagros? Nos dan paz? Nos dan felicidad? Nos dan esperanza? Nos dejan respirar tantito para seguirle mañana? Para qué usas tú los milagros de Dios? Los estamos de verdad aprovechando? O somos igualitos a Corozaín y a Betsaida, llenos de la mano de Dios, y llenos de personas que ya no notamos cuando sucede un milagro?

 Hace apenas 3 meses acá en la ciudad de México nos moríamos de calor y sequía, incluso las ciudades tenían ya una fecha de colapso por no escasez, si no ausencia absoluta de agua. Y nos mandan el milagro de las lluvias, y ahora nos quejamos de que llueve diario. Gozamos el absoluto milagro de los avances en ingeniería, somos una ciudad ejemplo mundial de ingeniería en sistemas hidráulicos, y qué hacemos? Tapamos el drenaje con basura y nos inundamos a la primera. Dios nos concede el milagro de los ríos y los lagos, no solo aquí, si no a lo largo y ancho del mundo, y qué hacemos? Construimos en el cauce de los ríos, para que cuando vuelvan a tener agua nos inundemos y nos quejemos de que el agua se llevó mi sala, el refri y hasta mi coche.

 Dios nos concede el milagro de ser una cultura con arraigo familiar profundo, con respeto a los mayores, somos amables, fiesteros, muéganos... y qué hacemos? Nos peleamos primero con los hermanos, luego con los cuñados y sobrinos, engañamos a nuestras parejas, y en vez de solucionar las diferencias y conciliar, inventamos frases como “hasta el árbol familiar se poda”.

 Ya hemos hablado del pecado, hemos llegado a la conclusión inequívoca de que todos pecamos, siempre, mucho, a cada rato. No ahora, a ésta conclusión llegamos hace siglos, así que la iglesia nos impuso el mandamiento de la confesión, que incluye arrepentimiento, enmienda y evitar al menos ese mismo pecado de nuevo.

Y qué hacemos hoy? Si acaso nos confesamos con el sacerdote. Arrepentirnos? Por favor, si yo siempre tengo la razón!! Enmendarnos??? Pero por qué yo?? Que se enmiende el mundo entero!! Yo soy el centro del universo y que los demás se adapten o se quiten porque yo voy tendido haciendo lo que quiero como quiero cuando quiero. Evitar el mismo pecado de nuevo?? Cuál pecado? Si soy la perfección andando! Yo ni me equivoco, ni tengo que pedir perdón de nada a nadie.

 Vivimos llenos de milagros, nosotros, aquí somos inmensamente privilegiados, tenemos todos internet para vernos ahorita! Y si lo pensamos tantito, el internet es un verdadero milagro, cuántas mentes brillantísimas se han tenido que sincronizar en el tiempo para poder crear esto que estamos gozando ahorita? Y para qué lo usamos? Sí ya sé, ahorita le ponemos 30 o 40 minutos a la celebración de la liturgia, pero luego a pasarle al tik tok, a tomarnos fotitos y subirlas al face o a Instagram. Tal vez estamos desperdiciando tantito el milagro del internet. Ahorita mismo hay miles de niños muriendo en la guerra, implorando el milagro de la paz, y nosotros, que vivimos en paz, nos hacemos la guerra sin necesidad entre nosotros. Somos Betsaida, desperdiciando las bendiciones.

 El Evangelio de hoy es un grito desesperado, un llamado a un examen de conciencia, para que notemos los milagros que nos rodean, los gocemos, y cambiemos de corazón, para que desde hoy, aquí, gocemos del Reino.

 

Que Dios nos ayude con eso.











Besos a quienes pueden mirar los milagros.
Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38

 Hoy el Evangelio tiene varias partes importantes

Primero, Jesús sanó a un mudo.

Segundo, la multitud hablaba cosas de Jesús, buenas y malas.

Tercero, Jesús les dijo a sus discípulos que rogaran por más trabajadores.

 

Vamos por partes.

Cuando Jesús sanó a un mudo que estaba poseído por un demonio. Si fuésemos parte de la historia, quién serías? El mudo? El demonio? O Jesús? A ésta parte del evangelio también la contagia el virus de Hollywood, porque nos imaginamos a un demonio como éste, y si el demonio fuese menos claro en su ser? Si el demonio es una mentira, o una flojera, o un delito, o un secreto, o una amenaza, o un miedo, y en cualquiera de esas caras de demonio, no te deja decir algo? Quién sería el mudo? Otro o yo mismo? Y quién sería el demonio? Seré yo que no dejo que otra persona diga las cosas? Que estoy haciendo algo para que otro guarde un secreto que debería de estarse diciendo, un tema del que se debería estar hablando? No quiero ser muy específica porque tu sabes lo que no se está diciendo, y debe decirse. Qué tal si el reto de ésta parte del evangelio es que te pases a ser Jesús, y encuentren la mejor manera de decir las cosas? Algunas veces, cuando se hablan las cosas con amor, las heridas sanan. Tu sabes cómo vas con esta parte.

 

La segunda parte. En la que las multitudes hablan cosas de Jesús, que si es el príncipe de los demonios, que si es el pastor de todas las ovejas perdidas… en fin, cuando las personas vivimos en comunidad, es decir, todos los humanos, incluso cuando alguien no vive en comunidad y se aísla es señalado por eso, pero cuando alguien en la comunidad hace cosas por otros, las que sean, el resto de la comunidad habla, empiezan las habladurías, los chismes, las noticias corren siempre más rápido que el fuego, eso no solo pasaba hace 2000 años cuando Jesús, pasa hoy, y seguirá pasando por siempre. Porque a diferencia de la primera parte, en la que no hablamos de lo que sí debemos, nos encanta hablar de lo que no debemos. Y si en ésta parte de la historia fueses tú el que habla, qué cosas salen de tu boca cuando hablas de otros? Salen cosas lindas? Salen críticas porque tú lo harías mejor? Salen juicios del por qué otro hace lo que hace?

 

Y tercero, Jesús nos instruye a los discípulos, por que haya más trabajadores.

Más trabajadores que hagan qué? Porque aquí formados para hacer algo habemos ___ en zoom, y ___ en face, yo pensaría que los que estamos, estamos dispuestos a entrarle, a entrarle a qué? A no hablar como el mudo? A hablar a lo loco como las multitudes? O a aprender las mejores formas de decir las cosas para que toda la comunidad mantenga su corazoncito lleno de amor y de paz? Y si me esfuerzo por hacer eso aquí en PC, que es una de nuestras comunidades, podríamos replicarlo en otras? Porque resulta que PC tiene la bendición de la multiplicación, cada uno de nosotros pertenece a otras comunidades que no son aquí

Jose pertenece a la comunidad de las personas que viven en la casita de retiro

Naty pertenece a la comunidad de su salón de clases en su escuela

July pertenece a la comunidad del grupo de maestros con quienes trabaja

Olga pertenece a la comunidad de compañeros de trabajo de su empresa

 

Y así, parece que los ___ del zoom más los ___ del face somos poquitos, pero cada uno tiene otras comunidades en donde puede hablar  las cosas bonitas y puede encontrar la mejor manera de no callar lo que se debe hablar.

 

Que Dios nos ayude con eso.










Besos a quienes hablan lindo de otros
Nada para el resto.

martes, 1 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27

 Hoy vemos a unos discípulos llenos de miedo por una tormenta que les tocó en la lancha. Podríamos decir que era un tormentón.

Y aquí te pregunto: ¿has vivido tú un tormentón así? Piensa en uno de esos momentos donde todo parece fuera de control.

También vemos a Jesús, dormido al inicio de la tormenta. Solo cuando lo despiertan, reacciona con calma, da una orden… y todo se aquieta.
Y sin, obviamente, compararnos con Jesús, ¿te ha pasado que tú podías ver la solución en medio del caos, y no era tan dramático como todos pensaban? Eso… es fe.

Podemos hablar de tres pasos en la fe que todos, tarde o temprano, pasamos:

  1. Entender.
    Es conocer a Jesús: qué decía, qué hacía, cómo se comportaba, con quién se juntaba, cómo reaccionaba la gente a su alrededor.

  2. Confiar.
    Es empezar a creer que eso que aprendiste sí sucedió… y que sigue sucediendo hoy, en tu vida y en la de quienes te rodean.

  3. Vivir.
    Ya sé, vas a decir: “¡Oye, pero si yo ya vivo, tengo pulso, respiro!”
    Sí… pero vivir en la fe es vivir con paz, con seguridad, es ser capaz de calmar tormentas —propias y ajenas— con una sola mano. Es dar tranquilidad a quienes tienes cerca.

Ahora, no te creas que por tener muchos años ya dominas este camino. Tampoco pienses que esto es lineal, como escalones que solo suben.
La vida no siempre va hacia arriba: a veces va hacia atrás, a veces se detiene. A veces estamos fuertes, y a veces sentimos que se nos cae el mundo.
A veces controlamos la tormenta… y a veces nos ahogamos en los charcos que deja.

Así es la vida, como la línea del electrocardiograma: si se mueve, vas bien.

La fe puede quedarse solo en creer… pero esa es una fe muerta. Y habrá a quien le funcione, no juzgamos.
Pero una fe viva nos arrastra a la acción, nos empuja a hacer cosas.

Entonces, la tarea de hoy —que nadie va a calificar, pero te recomiendo que la hagas— es la siguiente:

Antes de que se te olvide, saca tu cuadernito y tu lápiz. Haz una lista:
¿Qué estoy haciendo para crecer en la fe?

  • ¿Estoy creciendo en mi conocimiento de Dios?
    ¿Estoy en catecismo, en algún curso, o estudiando por mi cuenta? ¿Conozco lo que dice la Iglesia, sus dogmas, su historia, su moral?

  • ¿Estoy creciendo emocionalmente en mi fe?
    ¿Encuentro paz en la oración? ¿Me siento más centrado, más templado, más sereno?

  • ¿Estoy dando frutos de fe?
    ¿Qué estoy haciendo que transforme mi comunidad, mi familia, mi ambiente de trabajo? ¿Qué cosas hago que construyen un mundo mejor?

Y como siempre, esta tarea la revisas tú solita, tú solito.
Y ojalá, cuando la revises, algo en ti se mueva.
Y esa mano que Dios te dio… se convierta en mano que detiene tormentas.

Que Dios nos ayude con eso.










Besos a los templados.
Nada a los tibios.

martes, 24 de junio de 2025

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

 Hoy el Evangelio está lleno de detalles, de momentos importantes… y de mucho, mucho drama, ¡como de telenovela!

Primero, vamos entendiendo un poquito el contexto en que esto ocurrió, porque esta es una novela de época. Allá en los antaños, no tener hijos era considerado una verdadera maldición. En eso se te iba el poder tener herederos y conservar tu “imperio”. Y si no eras tan afortunado, como la gran mayoría, no tener hijos significaba que nadie te ayudaría a trabajar y a sostener a la familia. Así que tener hijos no solo era un privilegio, sino una necesidad de supervivencia.

Zacarías e Isabel no pudieron tener hijos en su juventud. La Escritura dice que ya eran viejos. Para la época, eso significaba que Isabel tendría unos 30 años y Zacarías unos 40, porque la expectativa de vida era corta: a los 50 ya eras un ancianititito, y pocos llegaban a esa edad.

Ahora, vamos a revisar un poquito antes de este Evangelio… ¿cómo llegamos al capítulo 57?! Bueno, justo antes, un ángel se le apareció a Zacarías y le dijo: “No te preocupes, Dios te va a hacer papá”. ¿Y qué dijo Zacarías? Pues, si fuera hoy, hubiera dicho algo como: “Naaah… ¿a poco?” Y el ángel, que se enoja, y le responde: “¿Ah sí? Pues por andar dudando, te vas a quedar mudo hasta que nazca tu hijo”. Y Zacarías: mudo. E Isabel: bien embarazada.

Hasta vino María a ayudarle, porque ya de viejita, embarazada era un asunto muy delicado. Si fuera hoy, Isabel estaría en Perinatología, bien cuidada, bien atendida, vigilada… y con todos los vecinos muy al pendiente de ella.

Cuando nace el niño, la familia y los vecinos preguntan: “Oye, ¿y cómo le vas a poner?” Isabel, sin dudarlo, dice: “Se va a llamar Juan”.
Pero —porque el drama siempre viene acompañado de chisme— los vecinos dicen: “¿Cómo que Juan? ¿Y Zacarías? ¿Vas a dejar que le pongan otro nombre a tu hijo?”

Y Zacarías, aún mudo, les escribe: “Se va a llamar Juan”.
Todos se quedan muy sorprendidos: porque le dio la razón a Isabel, porque no le puso “Zacarías” como a él, y porque —entonces más que ahora— los nombres significaban mucho.

Zacarías significa: Dios recuerda o el hombre es recordado por Dios.
Juan significa: Dios es misericordioso o Dios es fiel al hombre.

Uno de los nombres evoca a Dios mirando al pasado. El otro, a Dios actuando hacia el futuro.
Y ahí está la parte más dramática, pero también más profunda… para nosotros.

Porque sí, somos el resultado de todo nuestro pasado: nuestro carácter, nuestras fortalezas y también nuestras heridas. Pero sobre todo, somos lo que estamos siendo hoy, y los planes de lo que vamos a ser mañana.

Quien viene solo arrastrando la cobija, no da frutos.
Pero quien da pasos firmes —chiquitos o grandes— esa persona sí da frutos. Y no cualquier fruto: frutos buenos, frutos que alimentan.

Juan es una de las figuras más importantes en la historia de Jesús. Hizo muchas cosas, dijo palabras hermosas que cautivaban a las multitudes.
Pero su único objetivo era lo que sigue: preparar el camino para quien venía después de él.

Celebramos su nacimiento porque incluso antes de llegar, ya hacía un cambio en la vida de quienes lo rodeaban. Y siempre para bien.

¿Y nosotros?
¿Cómo andamos con eso?
¿Qué significa tu nombre?
Y no me refiero al origen griego o bíblico, sino al significado que tú mismo le has dado.

Cuando otros escuchan tu nombre… ¿qué les provoca?
¿Es algo lindo? ¿Es algo incómodo? ¿Es algo neutro?
¿Qué estamos haciendo de y con nuestro nombre?

¿Nos va acompañando el drama?
¿O estamos sembrando esperanza, firmeza y confianza, para hoy y para mañana?


La tarea de hoy es complicada. Pero no imposible.











Besos a quienes mantienen un buen nombre,

Nada para el resto ;)

sábado, 21 de junio de 2025

martes, 17 de junio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48.

 Mateo es muy claro en su forma de escribir, ¿verdad?

 Vamos a revisar primero una cosita que aparece antes de “En aquel tiempo”. ¿Quién me puede decir cuál es el renglón anterior?

 Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48.

 Muy bien, capítulo 5 de Mateo. ¿Alguien tiene a la mano su Biblia para confirmarnos cómo se llama ese capítulo?

Las bienaventuranzas.

 Para entender bien los versículos del 43 al 48, vamos a ver cómo llegamos hasta aquí. El capítulo empieza enumerando las bienaventuranzas, casi como una lista directa. Luego, poco a poco, va desarrollando cada una, explicando de qué se trata.

 En algunas traducciones católicas de la Biblia se lee: “Bienaventurados los que tienen el espíritu del pobre”, “Bienaventurados...”. En otras, que me gustan más, dice: “Felices los que lloran, porque recibirán consuelo”, “Felices...”.

 Es cierto que en este contexto "bienaventurado" y "feliz" significan lo mismo. Pero para nosotros, que hablamos español en el 2025, “feliz” tiene más sentido. Es una palabra que usamos más. No decimos: “¡Bienaventurado cumpleaños!”, decimos: “¡Feliz cumpleaños!”. Es lo mismo, sí, pero el lenguaje importa cuando queremos entender.

Todo este capítulo trata de cómo hacer cosas que nos lleven a la felicidad. Y amar es una actividad fundamental para ser felices.

 Sin embargo, hay situaciones que bloquean el amor. Es como si se nos tapara el popote por donde bebemos la felicidad.

 Piensa en dos situaciones que hoy te provocan enojo. Luego, en dos que te entristecen. Y otras dos que te llenan de rencor, que te retuercen el estómago solo de recordarlas.

Quizá alguien te hizo daño, te trató mal, o hirió a alguien a quien amas. Tal vez alguien se equivocó gravemente contigo y nunca te pidió perdón.

 Y hoy, Jesús nos dice que a esa persona que nos hace hervir la sangre… la amemos. Que la amemos mucho. Y para amar, hay que perdonar. Y ahí es donde se complica, ¿cierto?

 Ya hasta tenemos frases hechas para justificar nuestra dificultad para perdonar:

“Perdono, pero no olvido”,

“Que te perdone Dios, porque yo no puedo”…

 Y sí, lo que te hicieron pudo ser grave. Incluso podría considerarse delito. Te hirieron de verdad, y no has sanado. Es cierto: perdonar es un proceso muy complicado.

 Pero… ¿y si fuera al revés?

¿Y si tú fuiste quien hizo daño?

¿Si lastimaste a alguien, queriendo o sin querer, y no te has atrevido a dar la cara y pedir perdón?

 Aquí entre nosotros, sentaditos en casa, frente al Zoom o en el Face, conociéndonos, cayéndonos bien... es fácil pensar que somos buenas personas. ¡Y lo somos!

Pero recuerden: en el cuento de Caperucita y el lobo, el malo es el lobo… porque Caperucita cuenta la historia.

 ¿Y si somos el lobo en la historia de alguien más?

 ¿Eso nos quita el derecho al perdón?

¿Eso nos hace indignos de amor?

 

Amar a mis amigos es fácil.

Amarme a mí misma o a mí mismo, también.

Pero amar y perdonar a quien me lastimó, a quien ha sido el "lobo" en mi historia… eso ya no es tan sencillo.

 

Quisiera decirles que la tarea de hoy es simple y directa:

“Perdona a todos y ama a todos para que seas sumamente feliz”.

 Pero no.

La tarea de hoy es un trabajo profundo. Un camino difícil.

 ¿Cuál será tu primer paso?

 Y si quieres… podemos darlo juntos, como comunidad.

 

Que Dios nos ayude con eso.












Besos a Fournier (antes Ferguson) y a Fernando (antes Fulano), que son los lobos en mi historia, y soy el lobo en la suya. Algún día pagaremos lo que nos toca a cada uno, y pediremos perdón, y seremos perdonados. Empecemos por quitarnos del anonimato, al fin que los hijos saben perfectamente sus nombres y rostros.

Nada para el resto.

martes, 10 de junio de 2025

Entre misas... Mi cumpleaños

 Pareciera que ya voy para monja con tanto evangelio. Algunos quisieran, pero no me dejo. Más porque me cagan las monjas quepor orta cosa. Ahora que el Papa permita ordenarse a las mujeres hablaremos de nuevo, pero como no creo que eso lo vea en mi tiempo de vida, me quedo laica y bastante pecadora.

Vengo un momento a dejar mis agradecimientos por las felicitaciones que me llegaron en mi cumpleaños, quienes me aman lo hacen notar. Tengo unos amigos nuevos algo mesquinos, otros amigos de antaño muy culeritos, así que en éste año en que cada día será un festejo rumbo al tostón, la meta es depurar amistades, quedarme con 2 o 3, y ya dejar de hacerle a la mamada de la madre de calcuta, porque nada me ha dejado, ni siquiera el ego inflado de hacer el bien por otros.

Honestamente, cuando termino y busco la tan anhelada satisfacción, solo veo que la soledad esta conmigo desde siempre. Nadie ve por mi, nadie me acompaña a mi, nadie se preocupa por mi más que a quienes le soy útil, y ya estuvo. No porque sea nuevo, así ha sido mi vida siempre, algo debe cambiar. 

Escribí todo un párrafo con a quien eliminar de mi vida, o a quien eliminar de la vida, pero qué tal que google me censura? o si los destinatarios lo leen y se previenen? y me complican pasarles el coche encima?? Nonono... con saber que si has sido pinche conmigo lo voy a cobrar, es suficiente...









Besos a mi por mi cumpleaños.
Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

 Ustedes son la sal de la Tierra…

Ustedes son la luz del mundo…

¡Se oye súper bonito! Y suena súper fácil, porque ¿quién no conoce la sal o la luz? ¿A quién no le gusta la sal o la luz?

Las papitas que no podemos comer solo una, casi ni saben a papa… ¡saben a sal! Y es riquísima.
Y cuando acaba el día y empieza la oscuridad a cubrirlo todo con la noche, ¿qué hacemos? Prendemos la luz. Extendemos el día todo lo que podemos. Si de noche se va la electricidad, ¿qué hacemos? Prendemos una vela, para seguir viendo, para que la luz siga a nuestro lado, ¡porque nos encanta la luz! Y eso está muy bien.

Solo que… el Evangelio no nos dice que nos quedemos con la sal o con la luz. Nos dice que nosotros somos la sal, y que nosotros somos la luz. Y me voy a meter un poco en un problema filosófico, pero ténganme paciencia…

Estamos terminando la Pascua. Ya pasó Pentecostés, que —a diferencia de los dos tiempos anteriores— no es una temporada, sino un instante. Así que, en nada, debemos ir a lo que sigue.
Y lo que sigue es tomar acción, con la conciencia de Dios en nosotros. Dentro de cada uno, de forma individual, y también como comunidad. Pero sobre todo dentro de ti, dentro de mí. Y ese es un concepto que toma tiempo entender.

Seguramente hemos escuchado la frase:
“Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?”
Bueno… justo estamos en ese momento de entender de verdad eso: que Dios está conmigo, está dentro de mí. Y con eso, yo soy lo sabroso de la sal. Yo soy lo tranquilizador de la luz.

¿Pero qué hace la sal? Da sabor. Sazona las papitas Sabritas.
Y cuando se escribió este Evangelio, la sal servía para la vida misma. No había refrigeradores, así que tener sal en casa significaba poder conservar alimentos, controlar enfermedades, limpiar pisos… incluso tener animales para poder comer después. La sal, hace 2000 años, era fundamental para la vida.

Y que Dios mismo te diga que tú eres fundamental para la vida —no por lo que haces, sino por lo que eres— es un regalo enorme.
Es un gran don.
Y como dice el tío Ben en Spider-Man: con ello, viene una gran responsabilidad.

Porque debemos conocernos, saber quiénes somos, para ser el mejor “yo” que podamos ser.
Y con eso, servir a todos. Y al hacerlo, servimos a Dios.

Igual de fuerte es cuando nos dice que somos la luz del mundo.

¿Qué hace la luz para darnos tranquilidad?
Nada. La luz solo es.
Prendes la luz, y todo se ve más bonito. Solo porque está.
La apagas, y se va.
No es que la luz haga o deje de hacer. Es que la luz está, o no está. Y con eso, sirve.

Hace unas semanas les decía que en español es un tanto confuso el uso del verbo “ser”, porque en griego —que es como se escribió originalmente la Biblia— ser y estar son lo mismo. Y para nosotros son dos verbos. Eso a veces nos confunde.

Pasa lo mismo con el Evangelio de hoy. Porque podríamos confundir el “eres” con el “haces”.
Y eso nos pasa mucho en la Iglesia católica. Sobre todo a quienes estamos aquí porque nos gusta estar, y nos gusta hacer.

Hoy, Dios nos dice que vales por quién eres, no por lo que haces.

Me voy a poner de ejemplo.

Yo soy soprano en el coro, desde hace 30 años, y me encanta.
Y me encanta pensar que sin mí, el coro no suena igual.
Y eso es mi ego actuando.

¿Qué tal si un domingo no voy? ¿El coro deja de servir?
¡No!
¿Qué tal si un día ya no puedo cantar? ¿Ya no sirvo?
¡No!

Yo valgo porque soy, no porque me sepa las rolas ni porque llegue a la sexta octava (que ni llego… y ni a quién le importe).
Ni Dios ni quienes me aman, me aman por eso.
Me aman a mí, por quien soy.
Cante o no.

También soy catequista desde que tenía 15 años. Sé muchas cosas sobre ser catequista.
Y desde hace unos años, no doy clases de cate.
¿Y qué pasa con eso? ¿Ya no hay catequesis en mi parroquia? ¡Claro que sí!
¿Ya no hay otros catequistas? ¡Claro que hay!
¿Los niños aprenden menos? ¡Claro que no! Aprenden un montón.

¿Yo valgo menos porque no he dado clases de catequesis últimamente?
¡Claro que no!

Porque yo soy sal.
Porque yo soy luz.

Valgo y me aman por lo que soy, no por lo que hago.

Hoy no ponemos en duda el amor que Dios siente por ti.
Ni si eres o no sal.
Ni si eres o no luz.

Hoy el reto es encontrarte, dentro de ti.
Descubrir quién eres, no por lo que haces, sino por lo que Dios hace dentro de ti.

Es algo que nos toma mucho tiempo entender.
Y a veces vamos para atrás con esto.
A veces, como cangrejitos, avanzamos solo de ladito.
Solo no te detengas.
No es fácil… ¡pero ahí vas!
¡Ahí vamos todos juntos!








Besos a quienes buscan quienes son.
Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

 Hay algunos momentos muy importantes en éste Evangelio, Juan nos relata que Jesús se conmovió profundamente. La persona que ha entendido mejor el amor en éste mundo, se conmovió por todos sus amigos, y quienes creen que son sus amigos, solo los de la mesa? O seremos todos los que en cada misa, compartimos la mesa con Él? A mi me parece correcto pensar que sus amigos somos todos. En esa última cena, Jesús se conmovió por ti.

 En un segundo momento, Jesús señaló a quien le traicionaría, y le dio de su pan, luego lo mandó a hacer lo que tenía que hacer. Por costumbre, suponemos que lo que tenía que hacer era vender a Cristo, pero qué tal si lo que tenía que hacer era irse a orar porque los planes que tenía en su mente no eran los más lindos? No lo sabremos. Y qué tal si te tocara a ti ser Judas? Qué tal si Jesús nos mandara a hacer lo que tenemos que hacer luego de que nos de el pan, cuál sería tu prioridad? Vender a Cristo? O apartarte a orar ese mal plan que traes en la cabeza??

 Hay un tercer momento, en que Pedro se apresura a decir en voz alta “Yo daré mi vida por ti”, y Jesús le contesta que lo va a negar varias veces. Y si nos toca ser Pedro?? Si fuésemos quienes de pronto negamos nuestra fe solo por salvarnos, o por no quedar incómodos en alguna situación?

 Hemos visto este evangelio siempre desde la barrera, hace un par de semanas les contaba que ver así La Palabra del Señor es lo más cómodo, es como ver una película, con tus palomitas, semana santa te pones Ben Hur, Marcelino pan y vino, te enterneces 2 horas que dura la película y listo, a Pascua.

Cuando lo que toca es irnos despacito, como cuando bajas la escalera pero agarrado del barandal, seguro otro te rebaza, tal vez hasta te empuje. Si tu vas despacito, agarrado del barandal de Jesús, tal vez, no volvamos a traicionar a nadie, tal vez nos detengamos antes de vender a alguien, tal vez, y es el reto verdadero, podamos detenernos y conmovernos al ver a todas las personas que nos rodean.

 

Que Dios nos ayude.

Del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20

 Uuuuy comunidad!! Éste Evangelio es un arma de muchos filos!! Hay que irnos despacito con éste texto… Pero como siempre, termina todo muy...