Tengo una amiga, F, que me alega que es imposible que haya entendido en tan poco tiempo los libros que ella ha estudiado por años, que lo que leí no tratan de vampiros, sino de amor. Yo insisto en que se equivoca, y que no importa que clase de ente sea el que se narra en los libros, la cosa es amoreadamente imposible. Luego entonces, decidimos publicarnos nuestras frases favoritas de los 4 primeros libros, solo para comparar notas.
Creo, además de la imposibilidad del amor, que las frases que cada una seleccione dependen de las historias personales, porque las palabras que le pegan a uno son como las piezas faltantes de un rompecabezas que dura lo que tarda uno en crecer, en avanzar, en aprender.
Ya... las dejo...
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Con disgusto, comprendí que la causa más probable era que nadie estaba tan pendiente de Edward como yo. Nadie más le miraba de la forma en que yo lo hacía. ¡Lamentable!
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No era capaz de creer el torrente de emociones que palpitaba en mi interior, y sólo porque había tenido a bien mirarme por primera vez en seis semanas. No podía permitirle tener ese grado de influencia sobre mí. Era patético; más que patético, era enfermizo.
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— ¿Qué? ¿Me vuelves a dirigir la palabra?
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—Sería más... prudente para ti que no fueras mi amiga —explicó—, pero me he cansado de alejarme de ti
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Me he hartado de permanecer lejos de ti, por lo que me he rendido.
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No concibo por qué ha de resultar frustrante, en absoluto, sólo porque alguien rehuse revelar sus pensamientos, sobre todo después de haber efectuado unos cuantos comentarios crípticos, especialmente ideados para mantenerme en vela toda la noche, pensando en su posible significado... Bueno, ¿por qué iba a resultar frustrante?
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Estaba totalmente segura de tres cosas. Primera, Edward era un vampiro. (o lo que sea que sea, abogado, contador, médico...) Segunda, una parte de él, y no sabía lo fuerte que podía ser esa parte, tenía sed de mi sangre (o de cualquier otra parte de mi). Y tercera, estaba incondicional e irrevocablemente enamorada de él
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Las personas son predecibles, pero tú nunca haces lo que espero. Siempre me pillas desprevenido.
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«Sé prudente».
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—En esa única hora, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas.Y tú hubieras acudido —me aseguró.
Intenté hablar con serenidad.
—Sin duda. (para qué hacerse pendeja si una sabe que va a caer desde antes de intentar tropezar?)
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Tal vez vacilaría para prolongar el momento, ese momento ideal previo, muchas veces mejor que el beso mismo.
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— ¿No se supone que debe ser así? El esplendor del primer amor, y todo eso. ¿No es increíble la diferencia existente entre leer sobre una materia o verla en las películas y experimentarla?
—Muy diferente —admití—. Y más fuerte de lo que había imaginado.
—Por ejemplo —comenzó a hablar más deprisa, por lo que tuve que concentrarme para no perderme nada—, la emoción de los celos. He leído sobre los celos un millón de veces, he visto actores representarlos en mil películas y obras teatrales diferentes. Creía haberlos comprendido con bastante claridad, pero me asustaron...
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Debería ponértelo más difícil, sin duda
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Sólo te juegas la vida cada segundo que pasas conmigo, lo cual, seguramente, no es mucho.
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Más cansada de lo que creía, y más exhausta de lo que me había sentido nunca después de un largo día de tensión emocional y mental, me abandoné en sus fríos brazos hasta dormirme. (brazos, o ventana y volante, o lo que sea...)
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Empezaste a hablar en sueños muy pronto.
Gemí.
—¿Qué oíste?
Los ojos dorados se suavizaron.
—Dijiste que me querías.
—Eso ya lo sabías —le recordé, hundí mi cabeza en su hombro.
—Da lo mismo, es agradable oírlo.
Oculté la cara contra su hombro.
—Te quiero —susurré.
—Ahora tú eres mi vida —se limitó a contestar.
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—Parecía que te ibas a almorzar a Bella —anunció Alice—, y veníamos a ver si la podíamos compartir. (ok, esta frase no es de amor, pero me encanta)
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Dejé de intentar ayudarle y me concentré en no hiperventilar.
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— ¡Maldita sea, Bella! —se desasió jadeando—. ¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!
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—Te quiero —dijo—. Es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar, pero es la pura verdad.
Era la primera vez que me decía que me quería, al menos con tantas palabras.
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—Lo siento, Bella —murmuró ferozmente—. Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Cuánto lo siento!
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—Te echo de menos —murmuré.
—Ya lo sé, Bella. Créeme que lo sé. Es como si te hubieras llevado una mitad de mí contigo.
—Ven y recupérala, entonces —le reté.
—Pronto, en cuanto pueda, pero antes me aseguraré de que estás a salvo —su voz se había endurecido.
—Te quiero —le recordé.
— ¿Me crees si te digo que, a pesar del trago que te estoy haciendo pasar, también te quiero?
—Desde luego que sí, claro que te creo.
—Me reuniré contigo enseguida.
—Te esperaré.
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Los placeres violentos terminan en la violencia,
y tienen en su triunfo su propia muerte, del mismo modo
que se consumen el fuego y la pólvora
en un beso voraz
Romeo y Julieta, acto II, escena VI (este debía considerarse un texto no de éstos libros, pero está, y vale)
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Había una cosa que sabía a ciencia cierta, lo sabía en el fondo del estómago y en el tuétano de los huesos, lo sabía de la cabeza a los pies, lo sabía en la hondura de mi pecho vacío... El amor concede a los demás el poder para destruirte.
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Su voz estaba impregnada de tanto amor que me avergoncé y me sentí como una intrusa mientras veía
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me recordé a mí misma que el amor es irracional. Cuanto más quieres a alguien, menos lógica tiene todo.
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Romeo no hubiera cambiado de idea. Ésa es la razón por la cual la gente todavía recuerda su nombre, siempre emparejado con el de ella: Romeo y Julieta. Y ése también es el motivo de que se la considere una buena historia. «Julieta se conforma con Paris» nunca habría sido un éxito.
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¿Sería capaz de hacerlo? ¿Podría traicionar a mi amado ausente para salvar mi patética vida?
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—Volvió a la escuela y al trabajo; comía, dormía, hacía las tareas y contestaba cuando alguien le preguntaba algo, pero estaba... vacía. Tenía los ojos inexpresivos. Había un montón de detalles pequeños, como, por ejemplo, que no volvió a escuchar música. Encontré un montón de discos rotos en la basura. No leía y nunca permanecía en la misma habitación donde hubiera una tele encendida, aunque lo cierto es que hasta entonces tampoco le había gustado mucho. Finalmente comprendí que ella evitaba todo aquello que le pudiera recordar a... él.
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—Ok, tal vez esté exagerando un poco las cosas... No lo sé... Incluso cuando está con Jacob, hay veces que veo algo en sus ojos y me pregunto si alguna vez he llegado a darme cuenta de cuánto dolor siente en realidad. No es normal, Alice y... y me asusta. No es normal en absoluto. No es como si alguien la hubiera... dejado, sino como si alguien hubiera muerto —la voz se le quebró.
Era como si alguien hubiera muerto, como si yo hubiera muerto. Porque había sido algo más que perder el más verdadero de los amores verdaderos, aunque no fuera uno de esos amores que matan, porque no había bastado para matar a nadie. También era la pérdida de un futuro al completo, una familia entera... toda la vida que yo había escogido...
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El príncipe no iba a regresar para despertarme de mi letargo mágico con un beso. Al fin y al cabo, tampoco yo era una princesa, por lo que ¿cuál era el protocolo de los cuentos de hadas para otros besos? ¿Acaso la gente corriente y maloliente no necesitaba romper ningún conjuro?
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Después de todo, ¿de cuántas maneras se puede destrozar un corazón y esperar de él que continúe latiendo?
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Abrí los ojos otra vez y Edward aún estaba allí, con su rostro perfecto a sólo unos cuantos centímetros del mío.
—¿Te he asustado? —preguntó con ansiedad en voz baja.
Era una maravilla cómo funcionaban estas falsas ilusiones. El rostro, la voz, el olor, todo era mucho mejor que cuando estuve a punto de ahogarme. El hermoso producto de mi imaginación observaba mis cambiantes expresiones con alarma.
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Te debo una disculpa. No, sin duda, te debo mucho más, muchísimo más que eso, pero has de saber que yo no tenía ni idea... —sus palabras empezaron a fluir con mucha rapidez, del modo que yo recordaba que hablaba cuando se ponía nervioso, y tuve que concentrarme para captarlas todas—. No me di cuenta del desastre que dejaba a mis espaldas. Pensé que te dejaba a salvo. Totalmente a salvo.
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Me miró con ojos llenos de sufrimiento y yo procuré elegir las palabras adecuadas, aquellas que le liberaran de la obligación que se había creado y que le estaba causando tanto dolor. Eran palabras muy difíciles de pronunciar. No sabía si sería capaz de decirlas sin romperme en pedazos, pero yo quería hacerlo bien. No deseaba convertirme en una fuente de culpa y angustia en su vida. El tenía que ser feliz, y no me importaba qué precio hubiera de pagar yo. (PPFFFF)
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No estás dormida ni muerta. Estoy aquí y te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré. Cada segundo de los que estuve lejos estuve pensando en ti, viendo tu rostro en mi mente.
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Por favor, no me beses, cuando te vayas otra vez, ya va a ser suficientemente duro sin esto.
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Ayer, cuando te toqué, estabas tan... vacilante, tan cautelosa. Y todo sigue igual. Necesito saber por qué. ¿Acaso ya es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho demasiado daño? ¿Es porque has cambiado, como yo te pedí que hicieras? Eso sería... bastante justo. No protestaré contra tu decisión. Así que no intentes no herir mis sentimientos, por favor; sólo dime ahora si todavía puedes quererme o no, después de todo lo que te he hecho. ¿Puedes? —murmuró.
—¿Qué clase de pregunta idiota es ésa?
—Limítate a contestarla, por favor.
Le miré con aspecto enigmático durante un rato.
—Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te amo y ¡no hay nada que puedas hacer contra eso!
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Jamás hubiera sido capaz de irme de no haber creído que estarías mejor sin mí. Soy demasiado egoísta. Sólo tú eres más importante que cualquier cosa que yo quiera... o necesite. Todo lo que yo quiero o necesito es estar contigo
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mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido.
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Una parte de mí, tal vez fuera mi subconsciente, jamás dejó de creer que te seguía importando que yo viviera o muriera. Ese es el motivo por el que oía las voces.
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¿Qué ocurriría si hubiera creído sinceramente que algo era cierto, aunque estuviera totalmente equivocada? ¿Qué sucedería si hubiera estado tan empecinadamente segura de que tenía razón que no me hubiera detenido a considerar la verdad? ¿Qué habría hecho la verdad? ¿Permanecer en silencio o intentar abrirse camino?
La tercera opción era que Edward me amaba. El vínculo establecido entre nosotros dos era de los que ni la ausencia ni la distancia ni el tiempo podían romper, y no importaba que él pudiera ser más especial, guapo, brillante o perfecto que yo, él estaba tan irremediablemente atado como yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que él siempre iba a ser mío.
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Cuadré los hombros y fui a enfrentarme con mi suerte, llevando al lado al hombre de mis sueños en carne y hueso.
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Abrí la puerta de un tirón, con una precipitación ridícula, y allí estaba él, mi milagro personal.
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Si fuera por mí, me pasaría la mayor parte del tiempo besando a Edward. No había nada que yo hubiera experimentado en mi vida comparable a la sensación que me producían sus fríos labios, Eran duros como el mármol, pero siempre tan dulces al deslizarse sobre los míos.
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Intenté aprovechar al máximo mis últimos segundos y me aplasté contra él, amoldándome a la forma de su cuerpo. Reseguí la forma de su labio inferior con la punta de la lengua; era tan perfecto y suave como si estuviera pulido y el sabor...
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Te mira de una manera... tan... protectora. Es como si estuviera dispuesto a interponerse delante de una bala para salvarte o algo parecido.
—¿Y eso es algo malo?
—No —ella volvió a fruncir el ceño mientras luchaba para encontrar las palabras apropiadas—. Simplemente es diferente. Él siente algo muy intenso por ti... y muy delicado. Me da la impresión de no comprender del todo su relación. Es como si me perdiera algún secreto.
—Y no es sólo él —apretó los labios en un ademán defensivo—. Me gustaría que vieras la manera en que te mueves a su alrededor.
—¿Qué quieres decir?
—La manera en que andas, como si él fuera el centro del mundo para ti y ni siquiera te dieras cuenta. Cuando él se desplaza, aunque sea sólo un poco, tú ajustas automáticamente tu posición a la suya. Es como si fueran imanes, o la fuerza de la gravedad. Eres su satélite... o algo así. Nunca había visto nada igual.
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Volveré tan pronto que no tendrás tiempo de echarme de menos. Cuida de mi corazón… lo he dejado contigo.
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—Venía preparado para soportar una ira que empequeñecería a la de los osos pardos, y ¿con qué me encuentro? Debería haber hacerte rabiar más a menudo.
—Dame un minuto a que me prepare —bromeé mientras le besaba de nuevo.
—Esperaré todo lo que quieras —susurraron sus labios mientras, rozaban los míos y hundía sus dedos en mi cabello. Mi respiración se fue haciendo cada vez más irregular.
— Quizá por la mañana.
—Lo que tú digas.
—Bienvenido a casa —le dije mientras sus fríos labios me besaban debajo de la mandíbula—. Me alegra que hayas vuelto.
—Eso es estupendo.
—Um —coincidí mientras apretaba los brazos alrededor de su cuello.
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—No creo que pueda seguirte el ritmo —murmuré.
Edward puso la mano debajo de mi mentón y me hizo volver el rostro de modo que pudo mirarme de frente. Con un dedo, intentó subirme la comisura de un lado de la boca.
—Seré yo quien me mantenga al tuyo, Bella.
—No te vas a divertir nada.
—Claro que sí, siempre que vayamos juntos. (esta es como preciosa mentira, como si caminar sobre pasto fuera suficiente cuando la montaña grita escálame!)
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¡Y cómo la miraba!
Parecía un ciego que viera el sol por primera vez; un coleccionista que acabara de descubrir un nuevo Da Vinci; la madre que ve por primera vez el rostro de su hijo recién nacido.
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… el latido de tu corazón —continuó, más serio pero aún sonriendo un poco—. Lo considero el sonido más maravilloso del mundo. Estoy tan sintonizado con él, que juraría que puedo oírlo desde kilómetros de distancia. Pero nada de eso importa. Esto —dijo, tomando mi rostro entre sus manos—. Tú. Eso es lo que yo quiero. Siempre serás mía
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—No se trata de que elijas entre tu familia o yo.
—Ya lo sé. Además, no es eso lo que me has pedido. Me has ofrecido las dos opciones que puedes soportar tú, y he escogido la que puedo soportar yo. Así es como se supone que funciona el compromiso.
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Lo único que quiero es hacerlo oficial, y que quede claro que me perteneces a mí y a nadie más.
—No puede ser más oficial de lo que ya lo es
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Cuando iba a coger el anillo, Edward me detuvo, tomó mi mano izquierda en la suya y deslizó la alianza por mi dedo corazón. Después me sujetó la mano en alto para que ambos pudiéramos contemplar el efecto de los brillantes sobre mi piel. Tenerlo puesto no resultó tan horrible como había temido.
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«Si todo pereciera y él se salvara, yo podría seguir existiendo; y si todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el universo entero se convertiría en un desconocido totalmente extraño para mí»
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«¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma!».
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1 comentario:
Estas segura que tu no las escribiste? Ya te encontré al menos 4 que tu dices a cada rato.
Gara
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