miércoles, 2 de octubre de 2024

Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10

Llevamos ya varios días en que los evangelios nos llevan a que los discípulos, es decir, tu y yo, preguntan a Jesús: Oye, quién de nosotros es más grande?, quién de nosotros es más importante?, quién de nosotros es quien se sentaría a tu lado en los cielos?

Y Jesús hoy de nuevo, como en los otros evangelios, nos repite: El más pequeño es el más grande, el más niño es el más puro, el más pequeño es el que más vale.

Y no habla nunca de una tabla de mediciones, en ningún momento nos dice que los niños menores de 5, o que los desvalidos que tiene un cierto porcentaje, o que los pobres que tienen hasta cierta cantidad de dinero en el banco… no, no hay medida REAL.

Lo que nos repite es que debemos, cada uno de nosotros, cuidar de lo grande, que es lo más fácil, y mantener como prioridad lo más pequeño, porque se nos va, se nos olvida, se nos escapa… y casi siempre, eso, lo más pequeño, es sumamente importante. A veces, ese pequeño, ese detalle que se escapa, eres tu, es tu corazón, son tus sentimientos, son unos momentos en que no te escucharon, en que te dieron por sentado, en que todos a tu alrededor te perdieron de vista.

Algunas veces, hasta que eso pasa, nos damos cuenta que se nos van los momentos importantes de los demás, que se nos van unos minutos para escuchar a los demás, para incluir a todos en la comunidad, para valorar a cada persona a nuestro alrededor.

Hoy que es el día de nuestro ángel custodio, de nuestro ángel de la guarda, a quien damos por sentado, de quien no nos acordamos que ahí está siempre, que se nos olvida que Dios en persona le dio la encomienda de estar a nuestro lado, pero también de ir y venir con nuestros recados, nuestras peticiones, nuestras penas… hoy sería un buen día para echarnos una platicadita con nuestro ángel de la guarda, agradecer su presencia en nuestras vidas,  por meter el hombro por nosotros sin siquiera haberlo pedido, y enviar con él un recadito de amor a Dios, les parece buena idea?

 

Pidamos a Dios ser pequeños como niños, y responsables de cada pequeño que nos rodea, que no necesariamente son siempre niños.




Besos a quienes atienden lo pequeño.

Nada para el resto

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