miércoles, 31 de julio de 2024

Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46

 En el día de San Ignacio de Loyola...

Pareciera que entre más cortito nos dejan el Evangelio, más intrincado…

A todos nos pasa… bueno, no sé si a todos porque TAL VEZ no a todos, pero digamos que a la gran mayoría, nos pasa que vamos por la vida, pues, normal, con días buenos, con días malos, con días que tienen buenos ratos y malos ratos, nos vamos formando hábitos, costumbres que a veces son buenas, otras no tan buenas costumbres, y vamos solo así, avanzando, gastando nuestra vida en día con día.

Así andaba Iñigo, San Ignacio de Loyola, para llamarlo completo, si hubiera sido mexicano le llamaríamos Nachito, porque él no era más hombre que tú o que yo, su humanidad no estaba un escalón arriba. Fue soldado, y le encantaba ser soldado, se metía en problemas por lioso, les encargo que le den una leidita a su biografía porque está larga, pero luego, un día, Nacho sufrió una herida muy grave, que lo dejó en cama mucho tiempo, así que ahí en cama, se dedicó a leer, pero lo que había para leer en el lugar donde se recuperaba eran no libros sobre el ejército, sino libros sobre la vida de santos y santas, y libros que los mismos santos habían escrito, y se dio cuenta que eran personas sin tormentos, en general los santos son personas felices, y pensó que él quería eso en su vida, quería ser feliz, igualito que tú y que yo!!

Así que se decidió a dejar la vida mundana y dedicarse a la vida religiosa, y empezó a escribir, primero sobre los libros que iba leyendo, sobre la vida de otros santos, cosas que le parecía que podía adaptar en su vida, escribía sobre Jesús y sobre María. Y le pasaron un montón de cosas más en su afán de seguir a Jesús como su única meta de vida, y se encontró que así él era feliz. No te voy a contar todo lo de Nacho porque no tenemos tanto tiempo ahora, pero te voy a contar que entre las cosas que escribió, creó unos ejercicios espirituales, que apenas estoy conociendo yo de manera personal, pero que han funcionado desde los 1500 y cachitos, y han hecho felices a muchísimas personas además de a él.

Loyola encontró la perla de la que nos habla hoy el Evangelio, encontró la forma de acompañar su vida con Cristo. No estoy diciendo que para encontrar ese gran tesoro tengas que ser monje o monja o sacerdote, mucho ojo!! Estoy diciendo, que tal vez, si miramos la forma en la que Iñigo encontró la felicidad, nosotros también podamos encontrarla, estoy diciendo, proponiendo, que lo intentes.

Y aquí vienen el bonito momento de dejarte la tarea:

Al ratito que termine la celebración de la Liturgia, tomas tu celu, y googleas “Frases de San Ignacio de Loyola”, hay un montononal!! Elige una, una que te guste, y la anotas. Si tienes un cuaderno como un diario, la anotas ahí, si tienes tu libreta donde llevas apuntes de evangelización, la anotas ahí, puede ser en un margen, es más, puede ser en un pedacito de papel y la pegas con un diurex en el refri, o en la puerta de la casa para que la veas antes de salir. Y la piensas un rato, unos días, y luego la cambias por otra, y así te vas llenando de, diría mi bisabuelita, de chispitas de amor y de sabiduría. Y un día, tu escribes TU frase, esas palabras que sean tu tesoro, y que te lleven a la felicidad.

Porque la felicidad para nosotros los católicos, no debe estar en la sufridera, si no en sentir y compartir el amor de Dios en nosotros, y a través de nosotros. Ese es el tesoro que debemos encontrar y conservar en nuestro terreno.

 

 

Dios nos permita cumplir la tarea de hoy.






Besos a quienes buscan y procuran su tesoro.

Nada para el resto


miércoles, 24 de julio de 2024

Del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9

 Se acuerdan, de casualidad, que hace como dos meses, que nos tocó evangelio repetido, nos dimos cuenta que todo se nos olvida. Se nos pasa, se nos va, se nos borra…

 Yo quisiera rescatar algunas frases, que aparecen en éste evangelio, para que se nos graben.

 Una es: “El que tenga oídos, que oiga”. Que no habla solo de la parte mecánica de oír, sino, de escuchar,y hay que escuchar no solo con el oído, si no con todo el cuerpo, voltear, respirar, enderezarte, mirar, entender, tener voluntad, ganas de oír. Quien tenga oídos, que oiga. Pero que oiga de verdad.

 Otra, es que la semilla es sembrada en todos lados, en tierra buena y en tierra mala, entre piedras, en arena, entre otras plantas, en todos lados. La semilla es la palabra, pero no cualquier palabra, sino la palabra de Dios que te llena de amor, de esperanza, que te hace sentir abrazado, que te da la certeza de ser inequívocamente amado. Y cuando de pronto, por cualquier razón, empiezas a escucharla, escucharla de verdad, no solo ir a misa, sino ESCUCHARLA. En ese momento, dejas de ser tu mismo un terreno de piedras, y te conviertes en tierra fértil, porque entonces es cuando esa semilla sembrada en ti, empieza a crecer, empieza a echar raíz, si te decides a ser constante, esa semilla ya es plantita, y si decides, en la absoluta libertad que de te Dios, si decides perseverar, perseverar en el ejercicio de la escucha ACTIVA, entonces tu plantita da fruto.

 Y rescato una tercer frase: “y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta”.

No dice, en ninguna de las escrituras, dice qué porcentaje espera Dios de ti. No dice que te va a mal juzgar por que tu des el 30, o que si tu fruto es del 60 te vas a ganar dos pares de alas, o que si tu fruto es del ciento por uno, te toque ir a comer pizzas los domingos con Jesús. No dice, Dios no juzga tu fruto. Él conoce tu esfuerzo, y quien, en todo caso, podría medir ese porcentaje, solamente podría ser Dios mismo. Nadie, pero nadie, ni laico ni clero, acá abajo en la  tierra tiene esa balanza de porcentaje de frutos, así que vamos dejando de juzgar esa parte también.

 Dios te manda la semilla, te deja en libertad de escucharla, activamente escucharla, de convertirla en un gran árbol, o en dejarla en arbusto, y te deja también, gozar esos frutos, y cuando conoces esos frutos, que son tuyos, no hay forma en que la palabra que crece en ti no crezca y de frutos, que tu conozcas esos frutos porque salieron de ti, y cuando conoces esos frutos, que son la paz, el amor, la tranquilidad, la seguridad de su compañía, cuando conoces esos frutos los quieres compartir. Por eso todos a veces damos frutos al 30, a veces al 60, a veces al 100por uno, porque cuando escuchas y tu raíz esta bien puesta en ti, ya no hay manera de irte.

 Ojalá, que no midas el fruto, porque ni Dios lo juzga, no anda con báscula midiendo tu cosecha, ojalá que tu atención se ponga en cuidar de tu árbol, de tu raíz, porque de esa forma no hay manera en que no des frutos.

 El que tenga oídos, que escuche.



Besos a quienes cuidan de sus semillas y sus árboles.

Nada para el resto.

miércoles, 10 de julio de 2024

Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7

 

Les voy a decir un no tan secreto del evangelista Mateo, a Mateo como que no le gusta decir las cosas directo, le da vueltas, deja cosas como que sueltas para que las agarres al vuelo…

Vámonos por partes… En ésta parte del Evangelio, Jesús no había muerto ni resucitado, pero Jesús los envía, éste envío no es el envío final éste que celebramos muy llamativo con el Espíritu Santo en lenguas de fuego y hablando todos en lenguas distintas ni nada… éste envío es, digamos, un envío de diario.

Jesús llama a cada uno de sus apóstoles por su nombre, y nos recuerda que en nuestro bautizo, a ti y a mí, nos llaman por nuestro nombre, y nos nombran apóstoles, ya sé que se los repito mucho, pero esque quisiera que todos sepamos la importancia de ese acto del bautismo, y de la conexión que tiene con éste envío.

Porque sería súper fácil pensar que como solo mandó a los apóstoles y luego los apóstoles son como los sacerdotes, pues a ti no me toca, porque tú no eres sacerdota ni sacerdote, tu y yo somos laicos, somos de los de a pie, y nos empezamos a ver como que yo de éste lado de la barrera y los llamados son los sacerdotes únicamente, los llamados solo serían los miembros del clero y no es así. Jesús llama a cada uno por su nombre, y NOS envía. Y eso ya pone las cosas más serias. Desde ahí, la llamada como que ya pesa.

Ahora... ¿A dónde nos envía? A buscar las ovejas perdidas de Israel, ¿pero por qué de Israel? ¿Se acuerdan dónde vivían ellos? Sip… en Israel. Les dice, no vayan a tierras lejanas, no vayan a Chiltepín de las tunas, porque en su propia casa hay ovejas perdidas. Empiecen a predicar en casa.

Y esa segunda instrucción también pesa, porque el domingo el evangelio nos dijo, que es muuuy difícil ser profeta en tu propia tierra, que es muuuuy difícil que te crean en tu calle, en tu edificio, en tu familia, porque te conocen!! Y cuando conocemos a alguien, de qué nos acordamos primero? De su falla, de su error, de su pecado.

Entonces, predicar en tu propio rancho, se convierte en tarea maaas complicada, porque no es suficiente que agarres tu Biblia y la leas en público, no basta que sepas leer de corridito, vas a tener que cambiar tu, vas a tener que modificar tus formas, tus reacciones, tu trato para con TODOS, para que te empiecen a creer. Y eso está bien difiiiciiil!!

¿Qué es más fácil? Lo más fácil es ir de misión a cualquier lado donde no te conocen, lo más fácil es irte en las navidades, o en semana santa, y predicar leyendo la Biblia a quien no te conoce, y luego, regresas a tu casa, con el ego llenito porque ya cumpliste, y sigues siendo no tan buena persona.

Ser católico es súper difícil, porque hay que ser bueno siempre, para ser católico hay que ser compasivo con todos, debes poder controlar tu enfado, debes ser capaz de controlar tu lengua, debes ser desprendido de lo material para poder compartirlo con todos, debes ser muy organizado para poder dedicar tu tiempo a los demás y poder regalarte a la caridad. Ser católico en el día de la concordia, es saber cómo llegar a acuerdos con todos, es saber respetar a cada persona, es tener la paciencia de escuchar primero, es tener la humildad de reconocer que te equivocaste y el valo de asumir las consecuencias incluyendo pedir perdón y reparar el daño que hiciste, es tener la apertura de aprender y entender a toooodos los demás.

Jesús nos nombró apóstoles en nuestro bautizo y HOY nos llama a predicar el Reino de los Cielos en nuestras casas, en nuestras comunidades, aquí en lo local, en corto, como dicen por ahí. Porque lo muy común, que es lo más fácil, es que seamos farol de la calle y oscuridad de la casa.

Y así no funciona, necesitamos ser responsables en lo chico para que se nos dé lo grande.





Besos a quienes predican todos los días con el ejemplo.

Nada para el resto.

miércoles, 3 de julio de 2024

Del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29

 

Qué bonito Evangelio!! Bueno, todos son bonitos, pero este…!!!!

Éste Evangelio nos deja una tarea muy actual!!

 

¿Alguien sabe cómo se le dice a Santo Tomás?

Le llamamos “El incrédulo”.

¿Por qué? Porque no creyó, hasta tocar, hasta ver con sus propios ojos, hasta meter el dedo en el agujero de los clavos, hasta meter la mano en el costado de Cristo, hasta entonces creyó.

Y fue todo lo que hizo Tomás? Luego de tocar a Cristo, que debió haber sido una experiencia fantástica, Tomás dijo unas palabras que hasta hoy repetimos cuando sucede la consagración en la Misa “Señor mío y Dios mío”, reconociendo al Señor ahí frente a él, frente a Tomás, y nosotros las decimos cuando el sacerdote alza la ostia y la copa de vino para lo mismo, para reconocer su presencia ahí en el pan y en el vino, pero sobre todo aquí, entre nosotros!

Tomás, además de ser el autor de esas palabras, que a mí me parecen de amor absoluto, luego de que Jesús partiera, Tomás se fue a predicar a la India, y no hay escritos al respecto, no hay un Evangelio según Tomás, no sabemos precisamente qué dijo, o cómo lo dijo, o a quiénes lo dijo, pero es conocido hasta el sur de la India, que no es poco terreno, y es venerado tanto en la iglesia católica como en la iglesia ortodoxa, tan conocido, que se le considera el Santo Patrono de la India, así que no debió haber hecho poca cosa.

Y aun así, le llamamos “El incrédulo”, ¿en serio?

Por lo que hizo durante unos 8 días de su vida le ponemos un apodo que se le ha quedado por siglos, literalmente por siglos, qué mala onda somos no? Como si dudar fuera su mayor logro.

Y como el Evangelio es HOY, te pregunto, cuál es el apodo por el que te llaman? A ti, que has hecho veinte mil cosas, que has estado en 30 mil situaciones, que has superado 80 mil problemas, y que te siguen llamando “el pelón” porque naciste sin cabello. Seguro ya te salió cabello luego de eso, y si ya tienes mi edad seguro ya se te está cayendo, pero sigues siendo “el pelón”.

Y peor aún… ¿Cuál apodo le has acomodado a quien tienes cerca? Uy yo me sé una infinidad de apodos… La chata, La pecas, El gordo, El patas, El mafer, El pichis, El casidoc, La malgenio… uuuhhh y puedo seguir por horas…

Tú sabes si ese apodo pudiera, lejanamente, definir sus personas? Si la malgenio estuvo enojada 5 minutos y el resto de su vida es un pan de Dios, ¡pero ya le dejaste la etiqueta!

Y como esa etiqueta, miles, no solo como un apodo en vez de su nombre, pero también como una etiqueta de vida, “el tonto”, “el pobre”, “la loca”… y casi nunca nos detenemos a retirar las etiquetas  que nosotros mismos le colocamos a las personas en otros momentos, y por no hacerlo nos perdemos, nos alejamos, y es cuando nuestra comunidad queda con heridas sin sanar.

Así como hacía Jesús, hagamos una nueva parábola al respecto, imaginemos, que en un día de enero andabas de malas, se te ponchó una llanta en la mañana, llegaste tarde al trabajo por lo de la llanta, tu jefe te descontó el día, de todas formas te quedaste a trabajar porque tenías que sacar los pendientes y regresaste de malitas… y el de la tiendita de la esquina de tu casa te ve la carota que traes, y desde ese día de enero te llama “el jetón” o “la jetona”. No importa que desde ese día la sonrisa no se te borre, desde ese día ya se te quedó “la jetona”, y quien no te conoce, pero escucha tu apodo, supone que tienes un carácter rasposo, cuando no es cierto. Ahora imagina, que tú eres el de la tiendita, que va poniendo etiquetas a todo el mundo, sin importar lo que ha hecho el resto de su vida.

Tomás no creyó durante 8 días, como si tú o yo jamás hubiéramos dudado, o como si nuestra fe no tambaleara de vez en cuando ¡a todos nos pasa! Ah pero “el incrédulo” solo es Tomás…

 

Guapuras, el Evangelio de hoy nos recuerda, que todos fallamos, pero que no merecemos ser etiquetados, y que nuestras fallas no nos definen.

 

Recuerden que Dios nos llama por nuestro nombre, y es el diablo quien nos llama por nuestro pecado.

Miremos a todos como Dios nos mira a cada uno.





Besos a quienes llaman a todos por su nombre.

Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26

Éste Evangelio es conocido por los exégetas, que son esto teólogos especialistas en explicarnos los evangelios, como el Evangelio de las bie...