Objetiva

Siendo franca y objetiva, el metrobus es practiquísimo, es barato, es relativamente veloz, es rojo, algunas veces es blanquito, es limpio solo de la base a la primer estación, es tumultuoso, es oloroso... huele a gente mojada por las mañanas... mojada de agua con jabón y luego perfumada, y en las tardes huele a gente mojada del sudor, de la lluvia y de los charcos que pisó, es conducido por alguna clase de humanoide que no conoce bien el idioma, y a falta de palabras usa el claxon, ese odioso claxon que suena 3 veces al acercarse a una estación, 3 veces al abrir las puertas, 3 veces al cerrar las puertas, 3 veces al salir de la estación, 3 veces al acercarse a un crucero, 3 veces al cruzar con otro metrobus en sentido contrario y 3 veces al ver a algún policía de tránsito por ahí parado a medio paso.

Yo, siendo princesa (sabiéndome princesa) necesito usar éste medio de transporte dos veces al día, cosa que me deja triste y deprimida. Por las mañanas voy cantando o pensando en la inmortaidad del cangrejo para no pensar en la cantidad de gente que va a aplastarme y empujarme durante unos 55 minutos de trayecto, no debo pensar en que tengo que cambiar al menos 1 vez de camioncito porque la ruta no llega hasta acá, no debo pensar en la posibilidad de lluvia y que seguramente me mojaré; al regreso debo hacer un esfuerzo por salir de la oficina y tratar de no pensar en el otro montón de personas que van a aplastarme de regreso a mi casa, o que tal vez me toque un chofer que se va durmiendo. Me deprime el tema...