Hoy es día de Santa Kateri Tekakwitha, no viene en nuestro misal, pero les
cuento de ella, fue una laica católica, hija de un jefe mohawk y de una india
algonquina, es decir, Kateri era una indígena del norte del continente
americano.
Nació
hace mucho, en 1656 en lo que hoy es Nueva York, su nombre indígena era
Tekakwitha (que en iroqués significa «la que tropieza»). A los 4 años de edad, Kateri
perdió a toda su familia, durante una epidemia de viruela, ella sobrevivió,
pero quedó con cicatrices en el rostro y problemas de visión. A los 18 conoce
por los jesuitas la fe cristiana y a los 20 fue bautizada con el nombre de
Kateri.
Kateri
sufrió lo que hoy llamamos bulling, antes solo le llamábamos abusos y
discriminación, por su fe, por su apariencia, por su piel llena de marcas de viruela, por su discapacidad visual. La
rechazaron tanto cristianos como indios, los de su propia tribu y quienes la
evangelizaron. Estuvo difícil! El bulling fue tan grave que huyó de su pueblo
caminando, se fue desde su pueblo hasta Sault Ste. Marie, cerca de Montreal, unos
320 km por el bosque, es como si camináramos desde aquí hasta Irapuato, en
Guanaujato, sin coche ni camión, ni tren ni caballo. Finalmente, por causas que
desconocemos, ella murió el 17 de abril de 1680, cerca de Montreal a la edad de
24 años. Se dice que sus últimas palabras fueron: ¡Jesús, te amo!.
Kateri
se caracterizó por ser muy piadosa, oraba y abogaba en favor de su pueblo originario
y tenía un profundo amor a la Eucaristía. Después de su muerte, Kateri empezó a
ser muy venerada, especialmente en Canadá. La llamaban «El lirio de los
mohawks».
En
1943, 263 años después de su fallecimiento, fue declarada venerable por el papa
Pío XII, el 22 de junio de 1980, a 300 años de su muerte, fue beatificada por
el papa Juan Pablo II. Y apenas el 21 de octubre de 2012, con 332 años de
fallecida fue canonizada por el papa Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro.
Esto
estuvo muy largo, es cierto, y pareciera una pérdida de tiempo. Pero no. Porque
la vida de las y los santos nos debería provocar ser como ellos, como ellas. Si
encontramos algo en sus vidas que pudiese ser parecido a nuestras vidas, tal
vez, la santidad en nosotros no nos parezca imposible.
Besos a quienes dentro de 300 años vayan a ser beatificados.
Nada para el resto.
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