martes, 22 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-2. 11-18

 En éste evangelio, hay dos temas muy importantes para meditar

El primero, que es el tema tradicional de los sermones que hemos escuchado año con año, que es el llorar de Magdalena, incluso, si buscan las imágenes, la iconografía de María Magdalena, en su gran mayoría, aparece con carita de congoja, llore y llore. Tenemos incluso la frase de “llora como Magdalena”, por este momento, sí muy importante de nuestra historia de fe, los días de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, en que, no es para menos, Magdalena está siendo testigo de cómo torturan a su amigo, a su maestro, al hombre a quien ha seguido por mucho tiempo y de quien ella solo conoce palabras de amor. Lo torturan hasta la muerte y ella, junto con otros poquitos, es testigo, ella lo vio todo, y claro! Si tú hubieses visto todo eso, te darían ganas de llorar también! No es poca cosa! Me gustaría destacar, que, según los relatos, hoy revisé bien los textos, muchos otros que andaban con Jesús no se quedaron todo el tiempo, prefirieron voltear, prefirieron irse y esperar sin ver. Magdalena se quedó todo el tiempo ahí con Jesús, y luego fue la primera en regresar a limpiar su cuerpo para sepultarlo de forma adecuada, y seguía llorando, claro que seguía llorando! Y entre tanta lágrima entiendo perfecto que no haya reconocido a Jesús a la primera, a mí, al menos, se me hinchan los ojos cuando lloro, la lágrima me nubla la vista, no sé a ustedes, y es hasta que Jesús dice su nombre cuando lo reconoce. A ella se le presenta primero, ella que se quedó a todo lo feo, le toca también ser la primera en ver lo gozoso. Y no duda, al contrario, acto seguido lo que hace es lo que venía haciendo desde hacía tiempo: hacer lo que Jesús le decía que hiciera. Después de ese momento, en ninguno de los evangelios dice que Magdalena volvió a llorar.

 

Y nosotros cómo vamos con eso? Fíjense que llevo muchos años estudiándole a ésto, he leído de pedacito en pedacito los evangelios, y en ninguno dice que si seguimos a Jesús la vida no nos va a doler. Porque eso es verdad. La vida a veces duele. A veces nos toca pasar por momentos muy difíciles y muy dolorosos, a veces esos momentos son largos, a veces son solo un susto y pasa pronto, pero desde que somos chicos hasta que somos viejitos, la vida tiene muchos momentos que duelen mucho. Y tú qué haces con esos momentos de dolor? Los alargas llorando por siempre? O, como Magdalena, los lloras un rato y luego a lo que sigue, no sin olvidar, pero sin sufrir.

 

El segundo tema para pensarle, es Magdalena misma.

Hace 2mil años, lo hemos hablado muchas veces, las mujeres no valían mucho. No tenían un lugar en la sociedad, solo eran la esposa de, la madre de, la hija de, pero SER por sí solas alguien, no pasaba. Y por eso el papel de Magdalena en la historia de la salvación es tan importante. Magdalena no era esposa de nadie, no era hermana de nadie, no era madre de nadie, ella andaba ahí entre los apóstoles con Jesús, haciendo qué? Lo mismo que los apóstoles, sirviendo a Jesús, sirviendo con Jesús, aprendiendo de Jesús, y al final, incluso hoy mismo, siendo una mujer relevante en la salvación.

Hace un rato, una amiga nos mandó un video donde un señor X habla sobre las nuevas formas de tratar a las mujeres en las que se les toma en cuenta, se les respeta, se les valora, se tratan con equidad y revaloran su existencia misma (o al menos esa es la intención en muchas ocasiones), y que con ello lo dolido que quedan los hombres. He meditado en ese video todo el día, me he enfadado con el señor ese, me he puesto triste con lo que dice, luego me enfado de nuevo, y le sigo pensando cómo hacer para digerir, el nuevo o no nuevo papel de las mujeres en nuestra sociedad.

Nosotros cómo vamos con eso, nosotras las mujeres. Como mujer, y mujer soltera, entiendo perfecto a Magdalena, que no necesita de un hombre para andar ahí con Jesús, haciendo lo que a ella le tocara hacer. Entiendo también el papel feminista de exigencia de igualdad, entiendo el hartazgo, yo misma he sido víctima del maltrato de los hombres y del patriarcado como un sistema que lleva desde las cavernas y que tampoco me gusta. Tampoco me gusta que en la iglesia, solo por ser mujer no puedo hacer muchas cosas, que siempre necesito del permiso de un varón, para hacer o para decir. Me he enfadado no saben cuánto cuando algún sacerdote critica mi maternidad, en mi mente no entiendo cómo alguien que no es padre de familia pueda entender la maternidad, pero pasa. Y cuando eso pasa, volteo así de ladito, o para el otro ladito, y no hay nadie, no hay otra mujer que ponga su mano en mi hombro y diga cualquier cosa, prefieren quedarse en la sombra, prefieren, como los apóstoles el día del calvario, voltear la cabeza para no ver lo feo, prefieren esperar en casa para no tener que hacer más trabajo que el mínimo necesario.

No sé ustedes, pero yo propondría que, igual que Magdalena, tomemos nuestro lugar en la historia de la iglesia, sin dejarnos amedrentar, sin quitarnos de la foto. Propongo que no solo sigamos siendo constantes, sino que además dejemos de agachar la cabeza. Es más trabajo? Sí! Podemos con el más trabajo? Por supuesto! Siempre hemos podido, hemos estado siempre, salgamos de las sombras, dejemos atrás el que hablen mal de una, porque, a pesar de los chismes, en ningún lado dice que Magdalena fuese prostituta, alguien lo inventó y luego se regó el chisme, restándole valor a su presencia. Nos ha pasado a todas. Avancemos página y tomemos a Magdalena de la mano para que nos guíe con su ejemplo.

 

Que Dios nos ayude con eso.









Besos a quienes entienden que equidad no es hacer menos a los varones.
Nada para el resto.
Pero le resto a quienes desde su lugar, voltean a otro lado y no hacen ni lo mínimo necesario (u obligado).

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