En éste evangelio, hay dos temas muy importantes para meditar
El primero, que es el tema tradicional de los sermones que hemos
escuchado año con año, que es el llorar de Magdalena, incluso, si buscan las
imágenes, la iconografía de María Magdalena, en su gran mayoría, aparece con
carita de congoja, llore y llore. Tenemos incluso la frase de “llora como
Magdalena”, por este momento, sí muy importante de nuestra historia de fe, los
días de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, en que, no es para menos,
Magdalena está siendo testigo de cómo torturan a su amigo, a su maestro, al
hombre a quien ha seguido por mucho tiempo y de quien ella solo conoce palabras
de amor. Lo torturan hasta la muerte y ella, junto con otros poquitos, es
testigo, ella lo vio todo, y claro! Si tú hubieses visto todo eso, te darían
ganas de llorar también! No es poca cosa! Me gustaría destacar, que, según los
relatos, hoy revisé bien los textos, muchos otros que andaban con Jesús no se
quedaron todo el tiempo, prefirieron voltear, prefirieron irse y esperar sin
ver. Magdalena se quedó todo el tiempo ahí con Jesús, y luego fue la primera en
regresar a limpiar su cuerpo para sepultarlo de forma adecuada, y seguía
llorando, claro que seguía llorando! Y entre tanta lágrima entiendo perfecto
que no haya reconocido a Jesús a la primera, a mí, al menos, se me hinchan los
ojos cuando lloro, la lágrima me nubla la vista, no sé a ustedes, y es hasta
que Jesús dice su nombre cuando lo reconoce. A ella se le presenta primero,
ella que se quedó a todo lo feo, le toca también ser la primera en ver lo
gozoso. Y no duda, al contrario, acto seguido lo que hace es lo que venía
haciendo desde hacía tiempo: hacer lo que Jesús le decía que hiciera. Después de
ese momento, en ninguno de los evangelios dice que Magdalena volvió a llorar.
Y nosotros cómo vamos con eso? Fíjense que llevo muchos años
estudiándole a ésto, he leído de pedacito en pedacito los evangelios, y en
ninguno dice que si seguimos a Jesús la vida no nos va a doler. Porque eso es
verdad. La vida a veces duele. A veces nos toca pasar por momentos muy
difíciles y muy dolorosos, a veces esos momentos son largos, a veces son solo
un susto y pasa pronto, pero desde que somos chicos hasta que somos viejitos,
la vida tiene muchos momentos que duelen mucho. Y tú qué haces con esos
momentos de dolor? Los alargas llorando por siempre? O, como Magdalena, los
lloras un rato y luego a lo que sigue, no sin olvidar, pero sin sufrir.
El segundo tema para pensarle, es Magdalena misma.
Hace 2mil años, lo hemos hablado muchas veces, las mujeres no valían
mucho. No tenían un lugar en la sociedad, solo eran la esposa de, la madre de,
la hija de, pero SER por sí solas alguien, no pasaba. Y por eso el papel de
Magdalena en la historia de la salvación es tan importante. Magdalena no era
esposa de nadie, no era hermana de nadie, no era madre de nadie, ella andaba
ahí entre los apóstoles con Jesús, haciendo qué? Lo mismo que los apóstoles,
sirviendo a Jesús, sirviendo con Jesús, aprendiendo de Jesús, y al final,
incluso hoy mismo, siendo una mujer relevante en la salvación.
Hace un rato, una amiga nos mandó un video donde un señor X habla sobre
las nuevas formas de tratar a las mujeres en las que se les toma en cuenta, se
les respeta, se les valora, se tratan con equidad y revaloran su existencia
misma (o al menos esa es la intención en muchas ocasiones), y que con ello lo
dolido que quedan los hombres. He meditado en ese video todo el día, me he
enfadado con el señor ese, me he puesto triste con lo que dice, luego me enfado
de nuevo, y le sigo pensando cómo hacer para digerir, el nuevo o no nuevo papel
de las mujeres en nuestra sociedad.
Nosotros cómo vamos con eso, nosotras las mujeres. Como mujer, y mujer
soltera, entiendo perfecto a Magdalena, que no necesita de un hombre para andar
ahí con Jesús, haciendo lo que a ella le tocara hacer. Entiendo también el
papel feminista de exigencia de igualdad, entiendo el hartazgo, yo misma he
sido víctima del maltrato de los hombres y del patriarcado como un sistema que
lleva desde las cavernas y que tampoco me gusta. Tampoco me gusta que en la
iglesia, solo por ser mujer no puedo hacer muchas cosas, que siempre necesito
del permiso de un varón, para hacer o para decir. Me he enfadado no saben
cuánto cuando algún sacerdote critica mi maternidad, en mi mente no entiendo
cómo alguien que no es padre de familia pueda entender la maternidad, pero
pasa. Y cuando eso pasa, volteo así de ladito, o para el otro ladito, y no hay
nadie, no hay otra mujer que ponga su mano en mi hombro y diga cualquier cosa, prefieren
quedarse en la sombra, prefieren, como los apóstoles el día del calvario,
voltear la cabeza para no ver lo feo, prefieren esperar en casa para no tener
que hacer más trabajo que el mínimo necesario.
No sé ustedes, pero yo propondría que, igual que Magdalena, tomemos
nuestro lugar en la historia de la iglesia, sin dejarnos amedrentar, sin quitarnos
de la foto. Propongo que no solo sigamos siendo constantes, sino que además
dejemos de agachar la cabeza. Es más trabajo? Sí! Podemos con el más trabajo? Por
supuesto! Siempre hemos podido, hemos estado siempre, salgamos de las sombras,
dejemos atrás el que hablen mal de una, porque, a pesar de los chismes, en
ningún lado dice que Magdalena fuese prostituta, alguien lo inventó y luego se
regó el chisme, restándole valor a su presencia. Nos ha pasado a todas.
Avancemos página y tomemos a Magdalena de la mano para que nos guíe con su
ejemplo.
Que Dios nos ayude con eso.
Nada para el resto.
Pero le resto a quienes desde su lugar, voltean a otro lado y no hacen ni lo mínimo necesario (u obligado).
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