martes, 1 de julio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27

 Hoy vemos a unos discípulos llenos de miedo por una tormenta que les tocó en la lancha. Podríamos decir que era un tormentón.

Y aquí te pregunto: ¿has vivido tú un tormentón así? Piensa en uno de esos momentos donde todo parece fuera de control.

También vemos a Jesús, dormido al inicio de la tormenta. Solo cuando lo despiertan, reacciona con calma, da una orden… y todo se aquieta.
Y sin, obviamente, compararnos con Jesús, ¿te ha pasado que tú podías ver la solución en medio del caos, y no era tan dramático como todos pensaban? Eso… es fe.

Podemos hablar de tres pasos en la fe que todos, tarde o temprano, pasamos:

  1. Entender.
    Es conocer a Jesús: qué decía, qué hacía, cómo se comportaba, con quién se juntaba, cómo reaccionaba la gente a su alrededor.

  2. Confiar.
    Es empezar a creer que eso que aprendiste sí sucedió… y que sigue sucediendo hoy, en tu vida y en la de quienes te rodean.

  3. Vivir.
    Ya sé, vas a decir: “¡Oye, pero si yo ya vivo, tengo pulso, respiro!”
    Sí… pero vivir en la fe es vivir con paz, con seguridad, es ser capaz de calmar tormentas —propias y ajenas— con una sola mano. Es dar tranquilidad a quienes tienes cerca.

Ahora, no te creas que por tener muchos años ya dominas este camino. Tampoco pienses que esto es lineal, como escalones que solo suben.
La vida no siempre va hacia arriba: a veces va hacia atrás, a veces se detiene. A veces estamos fuertes, y a veces sentimos que se nos cae el mundo.
A veces controlamos la tormenta… y a veces nos ahogamos en los charcos que deja.

Así es la vida, como la línea del electrocardiograma: si se mueve, vas bien.

La fe puede quedarse solo en creer… pero esa es una fe muerta. Y habrá a quien le funcione, no juzgamos.
Pero una fe viva nos arrastra a la acción, nos empuja a hacer cosas.

Entonces, la tarea de hoy —que nadie va a calificar, pero te recomiendo que la hagas— es la siguiente:

Antes de que se te olvide, saca tu cuadernito y tu lápiz. Haz una lista:
¿Qué estoy haciendo para crecer en la fe?

  • ¿Estoy creciendo en mi conocimiento de Dios?
    ¿Estoy en catecismo, en algún curso, o estudiando por mi cuenta? ¿Conozco lo que dice la Iglesia, sus dogmas, su historia, su moral?

  • ¿Estoy creciendo emocionalmente en mi fe?
    ¿Encuentro paz en la oración? ¿Me siento más centrado, más templado, más sereno?

  • ¿Estoy dando frutos de fe?
    ¿Qué estoy haciendo que transforme mi comunidad, mi familia, mi ambiente de trabajo? ¿Qué cosas hago que construyen un mundo mejor?

Y como siempre, esta tarea la revisas tú solita, tú solito.
Y ojalá, cuando la revises, algo en ti se mueva.
Y esa mano que Dios te dio… se convierta en mano que detiene tormentas.

Que Dios nos ayude con eso.










Besos a los templados.
Nada a los tibios.

martes, 24 de junio de 2025

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

 Hoy el Evangelio está lleno de detalles, de momentos importantes… y de mucho, mucho drama, ¡como de telenovela!

Primero, vamos entendiendo un poquito el contexto en que esto ocurrió, porque esta es una novela de época. Allá en los antaños, no tener hijos era considerado una verdadera maldición. En eso se te iba el poder tener herederos y conservar tu “imperio”. Y si no eras tan afortunado, como la gran mayoría, no tener hijos significaba que nadie te ayudaría a trabajar y a sostener a la familia. Así que tener hijos no solo era un privilegio, sino una necesidad de supervivencia.

Zacarías e Isabel no pudieron tener hijos en su juventud. La Escritura dice que ya eran viejos. Para la época, eso significaba que Isabel tendría unos 30 años y Zacarías unos 40, porque la expectativa de vida era corta: a los 50 ya eras un ancianititito, y pocos llegaban a esa edad.

Ahora, vamos a revisar un poquito antes de este Evangelio… ¿cómo llegamos al capítulo 57?! Bueno, justo antes, un ángel se le apareció a Zacarías y le dijo: “No te preocupes, Dios te va a hacer papá”. ¿Y qué dijo Zacarías? Pues, si fuera hoy, hubiera dicho algo como: “Naaah… ¿a poco?” Y el ángel, que se enoja, y le responde: “¿Ah sí? Pues por andar dudando, te vas a quedar mudo hasta que nazca tu hijo”. Y Zacarías: mudo. E Isabel: bien embarazada.

Hasta vino María a ayudarle, porque ya de viejita, embarazada era un asunto muy delicado. Si fuera hoy, Isabel estaría en Perinatología, bien cuidada, bien atendida, vigilada… y con todos los vecinos muy al pendiente de ella.

Cuando nace el niño, la familia y los vecinos preguntan: “Oye, ¿y cómo le vas a poner?” Isabel, sin dudarlo, dice: “Se va a llamar Juan”.
Pero —porque el drama siempre viene acompañado de chisme— los vecinos dicen: “¿Cómo que Juan? ¿Y Zacarías? ¿Vas a dejar que le pongan otro nombre a tu hijo?”

Y Zacarías, aún mudo, les escribe: “Se va a llamar Juan”.
Todos se quedan muy sorprendidos: porque le dio la razón a Isabel, porque no le puso “Zacarías” como a él, y porque —entonces más que ahora— los nombres significaban mucho.

Zacarías significa: Dios recuerda o el hombre es recordado por Dios.
Juan significa: Dios es misericordioso o Dios es fiel al hombre.

Uno de los nombres evoca a Dios mirando al pasado. El otro, a Dios actuando hacia el futuro.
Y ahí está la parte más dramática, pero también más profunda… para nosotros.

Porque sí, somos el resultado de todo nuestro pasado: nuestro carácter, nuestras fortalezas y también nuestras heridas. Pero sobre todo, somos lo que estamos siendo hoy, y los planes de lo que vamos a ser mañana.

Quien viene solo arrastrando la cobija, no da frutos.
Pero quien da pasos firmes —chiquitos o grandes— esa persona sí da frutos. Y no cualquier fruto: frutos buenos, frutos que alimentan.

Juan es una de las figuras más importantes en la historia de Jesús. Hizo muchas cosas, dijo palabras hermosas que cautivaban a las multitudes.
Pero su único objetivo era lo que sigue: preparar el camino para quien venía después de él.

Celebramos su nacimiento porque incluso antes de llegar, ya hacía un cambio en la vida de quienes lo rodeaban. Y siempre para bien.

¿Y nosotros?
¿Cómo andamos con eso?
¿Qué significa tu nombre?
Y no me refiero al origen griego o bíblico, sino al significado que tú mismo le has dado.

Cuando otros escuchan tu nombre… ¿qué les provoca?
¿Es algo lindo? ¿Es algo incómodo? ¿Es algo neutro?
¿Qué estamos haciendo de y con nuestro nombre?

¿Nos va acompañando el drama?
¿O estamos sembrando esperanza, firmeza y confianza, para hoy y para mañana?


La tarea de hoy es complicada. Pero no imposible.











Besos a quienes mantienen un buen nombre,

Nada para el resto ;)

sábado, 21 de junio de 2025

martes, 17 de junio de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48.

 Mateo es muy claro en su forma de escribir, ¿verdad?

 Vamos a revisar primero una cosita que aparece antes de “En aquel tiempo”. ¿Quién me puede decir cuál es el renglón anterior?

 Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48.

 Muy bien, capítulo 5 de Mateo. ¿Alguien tiene a la mano su Biblia para confirmarnos cómo se llama ese capítulo?

Las bienaventuranzas.

 Para entender bien los versículos del 43 al 48, vamos a ver cómo llegamos hasta aquí. El capítulo empieza enumerando las bienaventuranzas, casi como una lista directa. Luego, poco a poco, va desarrollando cada una, explicando de qué se trata.

 En algunas traducciones católicas de la Biblia se lee: “Bienaventurados los que tienen el espíritu del pobre”, “Bienaventurados...”. En otras, que me gustan más, dice: “Felices los que lloran, porque recibirán consuelo”, “Felices...”.

 Es cierto que en este contexto "bienaventurado" y "feliz" significan lo mismo. Pero para nosotros, que hablamos español en el 2025, “feliz” tiene más sentido. Es una palabra que usamos más. No decimos: “¡Bienaventurado cumpleaños!”, decimos: “¡Feliz cumpleaños!”. Es lo mismo, sí, pero el lenguaje importa cuando queremos entender.

Todo este capítulo trata de cómo hacer cosas que nos lleven a la felicidad. Y amar es una actividad fundamental para ser felices.

 Sin embargo, hay situaciones que bloquean el amor. Es como si se nos tapara el popote por donde bebemos la felicidad.

 Piensa en dos situaciones que hoy te provocan enojo. Luego, en dos que te entristecen. Y otras dos que te llenan de rencor, que te retuercen el estómago solo de recordarlas.

Quizá alguien te hizo daño, te trató mal, o hirió a alguien a quien amas. Tal vez alguien se equivocó gravemente contigo y nunca te pidió perdón.

 Y hoy, Jesús nos dice que a esa persona que nos hace hervir la sangre… la amemos. Que la amemos mucho. Y para amar, hay que perdonar. Y ahí es donde se complica, ¿cierto?

 Ya hasta tenemos frases hechas para justificar nuestra dificultad para perdonar:

“Perdono, pero no olvido”,

“Que te perdone Dios, porque yo no puedo”…

 Y sí, lo que te hicieron pudo ser grave. Incluso podría considerarse delito. Te hirieron de verdad, y no has sanado. Es cierto: perdonar es un proceso muy complicado.

 Pero… ¿y si fuera al revés?

¿Y si tú fuiste quien hizo daño?

¿Si lastimaste a alguien, queriendo o sin querer, y no te has atrevido a dar la cara y pedir perdón?

 Aquí entre nosotros, sentaditos en casa, frente al Zoom o en el Face, conociéndonos, cayéndonos bien... es fácil pensar que somos buenas personas. ¡Y lo somos!

Pero recuerden: en el cuento de Caperucita y el lobo, el malo es el lobo… porque Caperucita cuenta la historia.

 ¿Y si somos el lobo en la historia de alguien más?

 ¿Eso nos quita el derecho al perdón?

¿Eso nos hace indignos de amor?

 

Amar a mis amigos es fácil.

Amarme a mí misma o a mí mismo, también.

Pero amar y perdonar a quien me lastimó, a quien ha sido el "lobo" en mi historia… eso ya no es tan sencillo.

 

Quisiera decirles que la tarea de hoy es simple y directa:

“Perdona a todos y ama a todos para que seas sumamente feliz”.

 Pero no.

La tarea de hoy es un trabajo profundo. Un camino difícil.

 ¿Cuál será tu primer paso?

 Y si quieres… podemos darlo juntos, como comunidad.

 

Que Dios nos ayude con eso.












Besos a Fournier (antes Ferguson) y a Fernando (antes Fulano), que son los lobos en mi historia, y soy el lobo en la suya. Algún día pagaremos lo que nos toca a cada uno, y pediremos perdón, y seremos perdonados. Empecemos por quitarnos del anonimato, al fin que los hijos saben perfectamente sus nombres y rostros.

Nada para el resto.

martes, 10 de junio de 2025

Entre misas... Mi cumpleaños

 Pareciera que ya voy para monja con tanto evangelio. Algunos quisieran, pero no me dejo. Más porque me cagan las monjas quepor orta cosa. Ahora que el Papa permita ordenarse a las mujeres hablaremos de nuevo, pero como no creo que eso lo vea en mi tiempo de vida, me quedo laica y bastante pecadora.

Vengo un momento a dejar mis agradecimientos por las felicitaciones que me llegaron en mi cumpleaños, quienes me aman lo hacen notar. Tengo unos amigos nuevos algo mesquinos, otros amigos de antaño muy culeritos, así que en éste año en que cada día será un festejo rumbo al tostón, la meta es depurar amistades, quedarme con 2 o 3, y ya dejar de hacerle a la mamada de la madre de calcuta, porque nada me ha dejado, ni siquiera el ego inflado de hacer el bien por otros.

Honestamente, cuando termino y busco la tan anhelada satisfacción, solo veo que la soledad esta conmigo desde siempre. Nadie ve por mi, nadie me acompaña a mi, nadie se preocupa por mi más que a quienes le soy útil, y ya estuvo. No porque sea nuevo, así ha sido mi vida siempre, algo debe cambiar. 

Escribí todo un párrafo con a quien eliminar de mi vida, o a quien eliminar de la vida, pero qué tal que google me censura? o si los destinatarios lo leen y se previenen? y me complican pasarles el coche encima?? Nonono... con saber que si has sido pinche conmigo lo voy a cobrar, es suficiente...









Besos a mi por mi cumpleaños.
Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

 Ustedes son la sal de la Tierra…

Ustedes son la luz del mundo…

¡Se oye súper bonito! Y suena súper fácil, porque ¿quién no conoce la sal o la luz? ¿A quién no le gusta la sal o la luz?

Las papitas que no podemos comer solo una, casi ni saben a papa… ¡saben a sal! Y es riquísima.
Y cuando acaba el día y empieza la oscuridad a cubrirlo todo con la noche, ¿qué hacemos? Prendemos la luz. Extendemos el día todo lo que podemos. Si de noche se va la electricidad, ¿qué hacemos? Prendemos una vela, para seguir viendo, para que la luz siga a nuestro lado, ¡porque nos encanta la luz! Y eso está muy bien.

Solo que… el Evangelio no nos dice que nos quedemos con la sal o con la luz. Nos dice que nosotros somos la sal, y que nosotros somos la luz. Y me voy a meter un poco en un problema filosófico, pero ténganme paciencia…

Estamos terminando la Pascua. Ya pasó Pentecostés, que —a diferencia de los dos tiempos anteriores— no es una temporada, sino un instante. Así que, en nada, debemos ir a lo que sigue.
Y lo que sigue es tomar acción, con la conciencia de Dios en nosotros. Dentro de cada uno, de forma individual, y también como comunidad. Pero sobre todo dentro de ti, dentro de mí. Y ese es un concepto que toma tiempo entender.

Seguramente hemos escuchado la frase:
“Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?”
Bueno… justo estamos en ese momento de entender de verdad eso: que Dios está conmigo, está dentro de mí. Y con eso, yo soy lo sabroso de la sal. Yo soy lo tranquilizador de la luz.

¿Pero qué hace la sal? Da sabor. Sazona las papitas Sabritas.
Y cuando se escribió este Evangelio, la sal servía para la vida misma. No había refrigeradores, así que tener sal en casa significaba poder conservar alimentos, controlar enfermedades, limpiar pisos… incluso tener animales para poder comer después. La sal, hace 2000 años, era fundamental para la vida.

Y que Dios mismo te diga que tú eres fundamental para la vida —no por lo que haces, sino por lo que eres— es un regalo enorme.
Es un gran don.
Y como dice el tío Ben en Spider-Man: con ello, viene una gran responsabilidad.

Porque debemos conocernos, saber quiénes somos, para ser el mejor “yo” que podamos ser.
Y con eso, servir a todos. Y al hacerlo, servimos a Dios.

Igual de fuerte es cuando nos dice que somos la luz del mundo.

¿Qué hace la luz para darnos tranquilidad?
Nada. La luz solo es.
Prendes la luz, y todo se ve más bonito. Solo porque está.
La apagas, y se va.
No es que la luz haga o deje de hacer. Es que la luz está, o no está. Y con eso, sirve.

Hace unas semanas les decía que en español es un tanto confuso el uso del verbo “ser”, porque en griego —que es como se escribió originalmente la Biblia— ser y estar son lo mismo. Y para nosotros son dos verbos. Eso a veces nos confunde.

Pasa lo mismo con el Evangelio de hoy. Porque podríamos confundir el “eres” con el “haces”.
Y eso nos pasa mucho en la Iglesia católica. Sobre todo a quienes estamos aquí porque nos gusta estar, y nos gusta hacer.

Hoy, Dios nos dice que vales por quién eres, no por lo que haces.

Me voy a poner de ejemplo.

Yo soy soprano en el coro, desde hace 30 años, y me encanta.
Y me encanta pensar que sin mí, el coro no suena igual.
Y eso es mi ego actuando.

¿Qué tal si un domingo no voy? ¿El coro deja de servir?
¡No!
¿Qué tal si un día ya no puedo cantar? ¿Ya no sirvo?
¡No!

Yo valgo porque soy, no porque me sepa las rolas ni porque llegue a la sexta octava (que ni llego… y ni a quién le importe).
Ni Dios ni quienes me aman, me aman por eso.
Me aman a mí, por quien soy.
Cante o no.

También soy catequista desde que tenía 15 años. Sé muchas cosas sobre ser catequista.
Y desde hace unos años, no doy clases de cate.
¿Y qué pasa con eso? ¿Ya no hay catequesis en mi parroquia? ¡Claro que sí!
¿Ya no hay otros catequistas? ¡Claro que hay!
¿Los niños aprenden menos? ¡Claro que no! Aprenden un montón.

¿Yo valgo menos porque no he dado clases de catequesis últimamente?
¡Claro que no!

Porque yo soy sal.
Porque yo soy luz.

Valgo y me aman por lo que soy, no por lo que hago.

Hoy no ponemos en duda el amor que Dios siente por ti.
Ni si eres o no sal.
Ni si eres o no luz.

Hoy el reto es encontrarte, dentro de ti.
Descubrir quién eres, no por lo que haces, sino por lo que Dios hace dentro de ti.

Es algo que nos toma mucho tiempo entender.
Y a veces vamos para atrás con esto.
A veces, como cangrejitos, avanzamos solo de ladito.
Solo no te detengas.
No es fácil… ¡pero ahí vas!
¡Ahí vamos todos juntos!








Besos a quienes buscan quienes son.
Nada para el resto.

Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

 Hay algunos momentos muy importantes en éste Evangelio, Juan nos relata que Jesús se conmovió profundamente. La persona que ha entendido mejor el amor en éste mundo, se conmovió por todos sus amigos, y quienes creen que son sus amigos, solo los de la mesa? O seremos todos los que en cada misa, compartimos la mesa con Él? A mi me parece correcto pensar que sus amigos somos todos. En esa última cena, Jesús se conmovió por ti.

 En un segundo momento, Jesús señaló a quien le traicionaría, y le dio de su pan, luego lo mandó a hacer lo que tenía que hacer. Por costumbre, suponemos que lo que tenía que hacer era vender a Cristo, pero qué tal si lo que tenía que hacer era irse a orar porque los planes que tenía en su mente no eran los más lindos? No lo sabremos. Y qué tal si te tocara a ti ser Judas? Qué tal si Jesús nos mandara a hacer lo que tenemos que hacer luego de que nos de el pan, cuál sería tu prioridad? Vender a Cristo? O apartarte a orar ese mal plan que traes en la cabeza??

 Hay un tercer momento, en que Pedro se apresura a decir en voz alta “Yo daré mi vida por ti”, y Jesús le contesta que lo va a negar varias veces. Y si nos toca ser Pedro?? Si fuésemos quienes de pronto negamos nuestra fe solo por salvarnos, o por no quedar incómodos en alguna situación?

 Hemos visto este evangelio siempre desde la barrera, hace un par de semanas les contaba que ver así La Palabra del Señor es lo más cómodo, es como ver una película, con tus palomitas, semana santa te pones Ben Hur, Marcelino pan y vino, te enterneces 2 horas que dura la película y listo, a Pascua.

Cuando lo que toca es irnos despacito, como cuando bajas la escalera pero agarrado del barandal, seguro otro te rebaza, tal vez hasta te empuje. Si tu vas despacito, agarrado del barandal de Jesús, tal vez, no volvamos a traicionar a nadie, tal vez nos detengamos antes de vender a alguien, tal vez, y es el reto verdadero, podamos detenernos y conmovernos al ver a todas las personas que nos rodean.

 

Que Dios nos ayude.

Del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27

 Hoy vemos a unos discípulos llenos de miedo por una tormenta que les tocó en la lancha. Podríamos decir que era un tormentón . Y aquí te p...