Uuuuy comunidad!!
Éste Evangelio es un arma de muchos filos!! Hay que irnos despacito con
éste texto… Pero como siempre, termina todo muy bonito, veamos…
Tenemos primero, el tema de la corrección fraterna. Y éste tema cambia
entre comunidades, cambia entre familias, cambia entre escuelas, cambia con el
tiempo, con la región geográfica… no hay una receta fija para éste tema. Y eso
es súper confuso para todos. Cuando escribía ésta homilía se me ocurrieron un
montón de momentos en la historia en que las personas estaban pensando que así
como corregían, era la manera correcta, que ser duros o rígidos, era la mejor
manera por el bien de la persona a corregir, y un tiempo después nos dimos
cuenta de que no había sido ni por lejos una decisión atinada. Piensen una, no
la digan, a mi se me ocurrieron tantas formas equivocadas que no supe ni cómo
ponerlas aquí sin que nos diera coraje o tristeza o hasta asco.
Lo cierto, es que corregir a otro es un asunto sumamente subjetivo,
porque lo que a mi parecer puede ser malo para ti no, o al revés. Y entonces?
Qué corregir? Cómo corregir? Hoy día es muy común que hablemos de la generación
de cristal, cuando nos referimos a personas, chicos o grandes, que no toleran
el dolor, incluyendo la corrección. Pero también tenemos de moda, la atención
psicológica para sanar nuestra mente, nuestros dolores, nuestras heridas de la
infancia.
Entonces dónde está el punto medio? Corrijo o no corrijo, qué necesito
saber, yo mismo, antes de corregir? Cuando me equivoco yo, me corrijo yo mismo,
o aún a propósito, le sigo en el error hasta que alguien se queja?
Yo creo que nuestro criterio debería ir encaminado a mejorar nuestra
comunidad, desde las pequeñas que mencioné al inicio: la comunidad de mi
familia, la comunidad de mi escuela, la comunidad de mi calle, la comunidad de
mi trabajo, y desde ahí ir creciendo a comunidades más grandes: la comunidad de
mi ciudad, la comunidad de mi país, la comunidad de mi planeta. Sin perder de
vista y haciendo ejercicio continuo de: la tolerancia, la compasión, la
misericordia.
Siempre recordando, que nadie, NADIE, es tan malo tan malo, y que nadie
es tan bueno tan bueno (ni siquiera uno mismo) y teniendo certeza en todo momento lo
que éste mismo evangelio menciona: que si dos de nosotros
nos ponemos de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, nuestro Padre
celestial nos lo concederá; pues donde dos o tres nos reunamos en Su nombre, ahí
está El en medio de nosotros.
Que Dios nos ayude con eso.
Besos a los que nos equivocamos diario
Nada a quienes corregimos todo.
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