miércoles, 13 de agosto de 2025

Del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20

 Uuuuy comunidad!!

Éste Evangelio es un arma de muchos filos!! Hay que irnos despacito con éste texto… Pero como siempre, termina todo muy bonito, veamos…

 Tenemos primero, el tema de la corrección fraterna. Y éste tema cambia entre comunidades, cambia entre familias, cambia entre escuelas, cambia con el tiempo, con la región geográfica… no hay una receta fija para éste tema. Y eso es súper confuso para todos. Cuando escribía ésta homilía se me ocurrieron un montón de momentos en la historia en que las personas estaban pensando que así como corregían, era la manera correcta, que ser duros o rígidos, era la mejor manera por el bien de la persona a corregir, y un tiempo después nos dimos cuenta de que no había sido ni por lejos una decisión atinada. Piensen una, no la digan, a mi se me ocurrieron tantas formas equivocadas que no supe ni cómo ponerlas aquí sin que nos diera coraje o tristeza o hasta asco.

 Lo cierto, es que corregir a otro es un asunto sumamente subjetivo, porque lo que a mi parecer puede ser malo para ti no, o al revés. Y entonces? Qué corregir? Cómo corregir? Hoy día es muy común que hablemos de la generación de cristal, cuando nos referimos a personas, chicos o grandes, que no toleran el dolor, incluyendo la corrección. Pero también tenemos de moda, la atención psicológica para sanar nuestra mente, nuestros dolores, nuestras heridas de la infancia.

 Entonces dónde está el punto medio? Corrijo o no corrijo, qué necesito saber, yo mismo, antes de corregir? Cuando me equivoco yo, me corrijo yo mismo, o aún a propósito, le sigo en el error hasta que alguien se queja?

Yo creo que nuestro criterio debería ir encaminado a mejorar nuestra comunidad, desde las pequeñas que mencioné al inicio: la comunidad de mi familia, la comunidad de mi escuela, la comunidad de mi calle, la comunidad de mi trabajo, y desde ahí ir creciendo a comunidades más grandes: la comunidad de mi ciudad, la comunidad de mi país, la comunidad de mi planeta. Sin perder de vista y haciendo ejercicio continuo de: la tolerancia, la compasión, la misericordia.

 Siempre recordando, que nadie, NADIE, es tan malo tan malo, y que nadie es tan bueno tan bueno (ni siquiera uno mismo) y teniendo certeza en todo momento lo que éste mismo evangelio menciona: que si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, nuestro Padre celestial nos lo concederá; pues donde dos o tres nos reunamos en Su nombre, ahí está El en medio de nosotros.

 

 

Que Dios nos ayude con eso.












Besos a los que nos equivocamos diario
Nada a quienes corregimos todo.

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