martes, 24 de junio de 2025

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

 Hoy el Evangelio está lleno de detalles, de momentos importantes… y de mucho, mucho drama, ¡como de telenovela!

Primero, vamos entendiendo un poquito el contexto en que esto ocurrió, porque esta es una novela de época. Allá en los antaños, no tener hijos era considerado una verdadera maldición. En eso se te iba el poder tener herederos y conservar tu “imperio”. Y si no eras tan afortunado, como la gran mayoría, no tener hijos significaba que nadie te ayudaría a trabajar y a sostener a la familia. Así que tener hijos no solo era un privilegio, sino una necesidad de supervivencia.

Zacarías e Isabel no pudieron tener hijos en su juventud. La Escritura dice que ya eran viejos. Para la época, eso significaba que Isabel tendría unos 30 años y Zacarías unos 40, porque la expectativa de vida era corta: a los 50 ya eras un ancianititito, y pocos llegaban a esa edad.

Ahora, vamos a revisar un poquito antes de este Evangelio… ¿cómo llegamos al capítulo 57?! Bueno, justo antes, un ángel se le apareció a Zacarías y le dijo: “No te preocupes, Dios te va a hacer papá”. ¿Y qué dijo Zacarías? Pues, si fuera hoy, hubiera dicho algo como: “Naaah… ¿a poco?” Y el ángel, que se enoja, y le responde: “¿Ah sí? Pues por andar dudando, te vas a quedar mudo hasta que nazca tu hijo”. Y Zacarías: mudo. E Isabel: bien embarazada.

Hasta vino María a ayudarle, porque ya de viejita, embarazada era un asunto muy delicado. Si fuera hoy, Isabel estaría en Perinatología, bien cuidada, bien atendida, vigilada… y con todos los vecinos muy al pendiente de ella.

Cuando nace el niño, la familia y los vecinos preguntan: “Oye, ¿y cómo le vas a poner?” Isabel, sin dudarlo, dice: “Se va a llamar Juan”.
Pero —porque el drama siempre viene acompañado de chisme— los vecinos dicen: “¿Cómo que Juan? ¿Y Zacarías? ¿Vas a dejar que le pongan otro nombre a tu hijo?”

Y Zacarías, aún mudo, les escribe: “Se va a llamar Juan”.
Todos se quedan muy sorprendidos: porque le dio la razón a Isabel, porque no le puso “Zacarías” como a él, y porque —entonces más que ahora— los nombres significaban mucho.

Zacarías significa: Dios recuerda o el hombre es recordado por Dios.
Juan significa: Dios es misericordioso o Dios es fiel al hombre.

Uno de los nombres evoca a Dios mirando al pasado. El otro, a Dios actuando hacia el futuro.
Y ahí está la parte más dramática, pero también más profunda… para nosotros.

Porque sí, somos el resultado de todo nuestro pasado: nuestro carácter, nuestras fortalezas y también nuestras heridas. Pero sobre todo, somos lo que estamos siendo hoy, y los planes de lo que vamos a ser mañana.

Quien viene solo arrastrando la cobija, no da frutos.
Pero quien da pasos firmes —chiquitos o grandes— esa persona sí da frutos. Y no cualquier fruto: frutos buenos, frutos que alimentan.

Juan es una de las figuras más importantes en la historia de Jesús. Hizo muchas cosas, dijo palabras hermosas que cautivaban a las multitudes.
Pero su único objetivo era lo que sigue: preparar el camino para quien venía después de él.

Celebramos su nacimiento porque incluso antes de llegar, ya hacía un cambio en la vida de quienes lo rodeaban. Y siempre para bien.

¿Y nosotros?
¿Cómo andamos con eso?
¿Qué significa tu nombre?
Y no me refiero al origen griego o bíblico, sino al significado que tú mismo le has dado.

Cuando otros escuchan tu nombre… ¿qué les provoca?
¿Es algo lindo? ¿Es algo incómodo? ¿Es algo neutro?
¿Qué estamos haciendo de y con nuestro nombre?

¿Nos va acompañando el drama?
¿O estamos sembrando esperanza, firmeza y confianza, para hoy y para mañana?


La tarea de hoy es complicada. Pero no imposible.











Besos a quienes mantienen un buen nombre,

Nada para el resto ;)

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