Ustedes son la sal de la Tierra…
Ustedes son la luz del mundo…
¡Se oye súper bonito! Y suena súper fácil, porque ¿quién no conoce la sal o la luz? ¿A quién no le gusta la sal o la luz?
Las papitas que no podemos comer solo una, casi ni saben a papa… ¡saben a sal! Y es riquísima.
Y cuando acaba el día y empieza la oscuridad a cubrirlo todo con la noche, ¿qué hacemos? Prendemos la luz. Extendemos el día todo lo que podemos. Si de noche se va la electricidad, ¿qué hacemos? Prendemos una vela, para seguir viendo, para que la luz siga a nuestro lado, ¡porque nos encanta la luz! Y eso está muy bien.
Solo que… el Evangelio no nos dice que nos quedemos con la sal o con la luz. Nos dice que nosotros somos la sal, y que nosotros somos la luz. Y me voy a meter un poco en un problema filosófico, pero ténganme paciencia…
Estamos terminando la Pascua. Ya pasó Pentecostés, que —a diferencia de los dos tiempos anteriores— no es una temporada, sino un instante. Así que, en nada, debemos ir a lo que sigue.
Y lo que sigue es tomar acción, con la conciencia de Dios en nosotros. Dentro de cada uno, de forma individual, y también como comunidad. Pero sobre todo dentro de ti, dentro de mí. Y ese es un concepto que toma tiempo entender.
Seguramente hemos escuchado la frase:
“Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?”
Bueno… justo estamos en ese momento de entender de verdad eso: que Dios está conmigo, está dentro de mí. Y con eso, yo soy lo sabroso de la sal. Yo soy lo tranquilizador de la luz.
¿Pero qué hace la sal? Da sabor. Sazona las papitas Sabritas.
Y cuando se escribió este Evangelio, la sal servía para la vida misma. No había refrigeradores, así que tener sal en casa significaba poder conservar alimentos, controlar enfermedades, limpiar pisos… incluso tener animales para poder comer después. La sal, hace 2000 años, era fundamental para la vida.
Y que Dios mismo te diga que tú eres fundamental para la vida —no por lo que haces, sino por lo que eres— es un regalo enorme.
Es un gran don.
Y como dice el tío Ben en Spider-Man: con ello, viene una gran responsabilidad.
Porque debemos conocernos, saber quiénes somos, para ser el mejor “yo” que podamos ser.
Y con eso, servir a todos. Y al hacerlo, servimos a Dios.
Igual de fuerte es cuando nos dice que somos la luz del mundo.
¿Qué hace la luz para darnos tranquilidad?
Nada. La luz solo es.
Prendes la luz, y todo se ve más bonito. Solo porque está.
La apagas, y se va.
No es que la luz haga o deje de hacer. Es que la luz está, o no está. Y con eso, sirve.
Hace unas semanas les decía que en español es un tanto confuso el uso del verbo “ser”, porque en griego —que es como se escribió originalmente la Biblia— ser y estar son lo mismo. Y para nosotros son dos verbos. Eso a veces nos confunde.
Pasa lo mismo con el Evangelio de hoy. Porque podríamos confundir el “eres” con el “haces”.
Y eso nos pasa mucho en la Iglesia católica. Sobre todo a quienes estamos aquí porque nos gusta estar, y nos gusta hacer.
Hoy, Dios nos dice que vales por quién eres, no por lo que haces.
Me voy a poner de ejemplo.
Yo soy soprano en el coro, desde hace 30 años, y me encanta.
Y me encanta pensar que sin mí, el coro no suena igual.
Y eso es mi ego actuando.
¿Qué tal si un domingo no voy? ¿El coro deja de servir?
¡No!
¿Qué tal si un día ya no puedo cantar? ¿Ya no sirvo?
¡No!
Yo valgo porque soy, no porque me sepa las rolas ni porque llegue a la sexta octava (que ni llego… y ni a quién le importe).
Ni Dios ni quienes me aman, me aman por eso.
Me aman a mí, por quien soy.
Cante o no.
También soy catequista desde que tenía 15 años. Sé muchas cosas sobre ser catequista.
Y desde hace unos años, no doy clases de cate.
¿Y qué pasa con eso? ¿Ya no hay catequesis en mi parroquia? ¡Claro que sí!
¿Ya no hay otros catequistas? ¡Claro que hay!
¿Los niños aprenden menos? ¡Claro que no! Aprenden un montón.
¿Yo valgo menos porque no he dado clases de catequesis últimamente?
¡Claro que no!
Porque yo soy sal.
Porque yo soy luz.
Valgo y me aman por lo que soy, no por lo que hago.
Hoy no ponemos en duda el amor que Dios siente por ti.
Ni si eres o no sal.
Ni si eres o no luz.
Hoy el reto es encontrarte, dentro de ti.
Descubrir quién eres, no por lo que haces, sino por lo que Dios hace dentro de ti.
Es algo que nos toma mucho tiempo entender.
Y a veces vamos para atrás con esto.
A veces, como cangrejitos, avanzamos solo de ladito.
Solo no te detengas.
No es fácil… ¡pero ahí vas!
¡Ahí vamos todos juntos!
Besos a quienes buscan quienes son.
Nada para el resto.